viernes, 21 de octubre de 2011

Una mirada al periodismo a través del cine


Por Raúl Ortiz - Mory

La relación entre el cine y el periodismo es, desde siempre, pendular. Oscila entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo torcido, lo políticamente correcto y la crítica al sistema, dependiendo de los tiempos. Las mejores realizaciones que han abordado el complejo mundo periodístico lo han hecho desde dos orillas diametralmente opuestas: ensalzando al héroe del film que persigue un propósito idealista o presentando a un canalla sin escrúpulos. 

En este artículo no se pretende hacer un análisis inventariado de las películas que son imprescindibles y que guardan un estrecho vínculo con el periodismo. ESTAS CINTAS NO SON LAS ÚNICAS, EXISTEN MUCHAS MÁS. Sin embargo, el criterio de selección ha sido subjetivo acorde a los apartados en que se divide el texto.


Quizá algún observador perspicaz clavará su atención en los títulos expuestos y no lo establezca en el capítulo que, a su criterio, debería estar. Entonces, vale decir que se han seleccionado escenas y personajes que cumplen una función específica en el engranaje del artículo: ejemplificar, a través de estereotipos y situaciones, la realidad periodística.

Sensacionalismo
La prensa amarilla siempre ha sido, y será, caldo de cultivo para los realizadores. Las mejores películas rodadas sobre el sensacionalismo son aquellas que han tenido a la sátira como género lírico-narrativo. Sin duda, el recurso burlesco es la mejor manera de representar situaciones inverosímiles en que los personajes parecen sacados de un libro de Rubem Fonseca.

Un claro y magnífico ejemplo es el que presenta Billy Wilder en Ace in the hole / El gran carnaval de 1941. El cineasta americano perfila a un periodista ególatra sin escrúpulos, Chuck Tatum (genialmente representado por Kirk Douglas), que siempre está buscando la noticia que lo haga retornar a las grandes ligas periodísticas. Tatum trabaja en un diario de Alburquerque, Nuevo México, donde pregona una retórica en que el periodista debe ser parte de la noticia.

La historia llega a su punto más alto cuando Tatum, de manera casual, se topa con la historia de un minero que está atrapado en una cueva y al que nadie puede rescatar por temor a que las vigas cedan. El periodista aprovecha la situación y decide exagerar el hecho reporteando día a día todos los acontecimientos.

El rescate podría hacerse en poco tiempo, sin embargo, la ambición de seguir una secuencia de noticias, a modo de capítulos, hace que Tatum planee en colación con el sheriff la dilatación del hecho. Todo con la finalidad de ganar portadas y seguir siendo un foco mediático. Un superstar de la noticia.

Esta es una de las películas menos valoradas de Wilder. No obstante, es una joya en cuanto a los filmes que mejor aborda el tema del sensacionalismo. Además presenta temas importantes para el análisis en términos periodísticos como la exageración de un hecho para fabricar una noticia impactante, el contexto y los efectos colaterales del sensacionalismo y la dilatación de un suceso sin que sea necesario.

El mensaje es claro: el circo nunca termina y siempre habrá un nuevo hecho que se transformará en una noticia sensacionalista. Uno de los diálogos que muestra la naturaleza del personaje reza: “…la gente quiere y necesita sentir que la noticia es parte de su propia vida. Es ahí donde se ven reflejados, hay que darle eso”. Otros ejemplos de sensacionalismo podemos encontrarlos en tres películas que si bien no centran su argumento en este tema lo tienen presente.

La primera es Salvador (Oliver Stone, 1986) que cuenta la historia de un singular fotógrafo americano que cubre la guerra civil de El Salvador en la década de los ochenta. Más allá de las acciones por parte del personaje (Richard Boyle), una conversación entre periodistas sobre cuál es la mejor historia a contar inicia el debate: acaso aquella que se ciñe a la estricta realidad o aquella que puede ser exagerada o inventada.

Por lo tanto, ¿hasta qué punto una historia es ficcionada con la intención de ser efectiva y convincente sin medir sus consecuencias? Punto aparte merecen las actuaciones de James Woods (protagonista de la historia) y James Belushi.

La segunda muestra es A mighty heart / Todo corazón (Michael Winterbottom, 2007) basada en la historia real del periodista Daniel Pearl del The Wall Street Journal quien fue secuestrado y asesinado por extremistas en Pakistán. Nos quedamos con dos perlas sensacionalistas del film: una, cuando la CNN anuncia la muerte del periodista sin confirmar el hecho y en su afán de alcanzar la primicia difunden erróneamente la información con ribetes amarillos. Un ejemplo de que hasta en las mejores familias sucede.

La otra escena trata sobre un entrevistador que le pregunta a la esposa de Pearl, si ha visto el video de su ejecución. A lo que ella responde “acaso no tiene decencia”. Nota aparte: para aquellos despistados que aún piensan que Angeline Jolie es solo un objeto sexual tienen que ver la actuación que despliega como Mariane Pearl.

La última película del grupo de filmes que no trata el sensacionalismo como tema central pero que sí lo aborda es State of play / Los secretos del poder (Kevin McDonald, 2009). Este thriller protagonizado por Russell Crowe y Ben Affleck narra la relación entre un reportero y un congresista que se ven relacionados por asesinatos y corrupción política.

Una cuota de sensacionalismo aparece cuando los medios informan acerca del ‘suicidio’ de la amante del legislador Collins haciendo conjeturas sobre su vida privada y las razones de la infeliz decisión. La respuesta de Collins es contundente y nos da un mensaje del tratamiento informativo por parte de los medios en estos casos: “hice muchas cosas, pero solo me recordarán por esto”.

No olvidemos que cuando se difunden informaciones sensacionalistas o de carácter privado no solo se está poniendo en riesgo el prestigio del medio sino que se está rompiendo una honra, una reputación, una trayectoria.

The front page / Primera plana (Lewis Milestone, 1931) es una de las mejores películas que se han filmado sobre sensacionalismo. Esta divertida sátira presenta los avatares de una redacción y la sed por primicias a cargo de unos periodistas bastante singulares. Entre ellos está Hildy Johnson quien cree que es el momento adecuado para retirarse. Su jefe, Walter Burns, un despiadado e inescrupuloso director, lo convence de que no lo haga sin cubrir su último gran trabajo: la fuga de un asesino condenado a muerte.  

La manera cómo los periodistas aumentan, corrigen, manipulan, exageran y ‘enriquecen’ la noticia con datos ficticios es una de las críticas que proyecta la cinta. Algunas escenas que dan (des) crédito al manejo noticioso se pueden resumir a cuando se inventa un romance entre una prostituta y el asesino. Los periodistas especulan hasta el hartazgo sobre la conexión amorosa entre ambos.

Posteriormente, la mujer se lanza al vacío desde la oficina de la redacción por el acoso constante de los periodistas. En una interpretación metafórica, los hombres de prensa cubren el fatal acto, más como parte del material destinado al consumo general del día siguiente que como una acción de ayuda humanitaria. Aves de rapiña sobre el cadáver fresco.

Algunas de las escenas pueden volverse ridículas y hasta extravagantes, pero es ahí donde radica el valor del filme: ¿hasta qué punto puede llegar un periodista con tal de alcanzar la primicia? Los personajes de Johnson y de Burns son estereotipos muy bien retratados por Milestone. Una frase pronunciada por la novia de Johnson da paso a la reflexión: “Siempre habrá una buena historia que al día siguiente será olvidada”.

Primera Plana de Milestone es la primera de las tres adaptaciones cinematográficas que se han hecho de la obra teatral de Ben Hecht y Charles MacArthur, The Front Page. A esta siguieron His Girl Friday / Luna nueva de Howard Hawks, 1940; y en 1974 The front page / Primera plana de Billy Wilder.

Para cerrar este capítulo es necesario hacerlo de la mejor forma. Network / Network: un mundo implacable (Sydney Lumet, 1976) es una película que de ser vista en 30 años más no perdería su valor. Su éxito radica en la vigencia de la misma. El tratamiento de fondo sobre la búsqueda de la audiencia a cualquier precio y el sensacionalismo a escalas corporativas es exquisito.

Howard Beale (Peter Finch) es despedido del noticiario nocturno a causa de bajo rating. Una noche Beale se despide del público anunciando que se suicidará. Este anuncio, su supuesta rectificación y un discurso pesimista sobre la vida, en programas consecutivos, hacen que la audiencia aumente. Por decisiones corporativas, se deja a Beale con su programa convirtiéndose en un gurú mediático.

No obstante, y siguiendo la ley de la gravedad de que todo lo que sube siempre baja, el programa mutante de Beale empieza a perder puntos y su productora, Diana Christensen, (espléndida Faye Dunaway) recurre a lo inverosímil: matar a Beale durante la emisión del programa para ganar rating.

Lumet dirige una gran película con actuaciones sobresalientes basada en un sólido guión que retrata a las corporaciones como fábricas de noticias cuando estas no generan ganancias. La escena inicial y la final están conectadas por un concepto macabro y sarcástico: asesinatos y suicidios en vivo con el propósito de aumentar el rating. 

Inolvidables son algunas escenas como cuando Christensen y el productor Max Schumacher (William Holden) hacen el amor y ella alcanza el orgasmo pensado en cómo hará para conservar el rating, actitud que deja perplejo y desencantado a Schumacher. O cuando Beale invita al público a mostrar su descontento a través de gritos al pie de sus ventanas. Ridículamente fascinante.

A modo de frases célebres en Network encontramos algunas como: “No somos una cadena respetable. Somos un prostíbulo”, “La televisión es el mundo del espectáculo y hasta las noticias deben tener un poco de espectáculo”. “Nos ocupamos de matar el aburrimiento. Les daremos lo que quieran ver”. “Las empresas son las naciones del mundo de hoy”.

El sensacionalismo y el periodismo siempre han estado y estarán ligados, no cabe duda. La irresponsabilidad de propalar noticias sin un contenido relevante y su prioridad sobre otras dependerá de la línea de cada medio. Pero la responsabilidad no debería caer exclusivamente sobre ellos, también es del lector/oyente/televidente. Opciones sobran, sin embargo el morbo es uno solo.

Manejo de fuentes y verificación de datos
Una de las películas que se ha convertido en icono del manejo de fuentes y de la verificación de datos periodísticos es The Insider / El informante (Michael Mann, 1999). De visionado obligatorio en las escuelas de periodismo, la historia que protagonizan Al Pacino y Russell Crowe, en los papeles de Lowell Bergman y Jeffrey Wigan, respectivamente, cuenta la denuncia de un exdirectivo de una compañía tabacalera que relata cómo este tipo de empresas son concientes de la utilización de un componente nocivo en la fabricación de cigarrillos. Esta denuncia es recogida por Bergman que, contra viento y marea, intenta propalar el reportaje a pesar de las presiones de la propia televisora donde labora.   

El informante podría ser analizada desde diversas perspectivas. Pero en el fondo es un buen ejemplo de cómo un periodista puede jugarse el pellejo por una fuente, poniendo en riesgo su prestigio y trayectoria.

Esta historia, basada en el artículo de Marie Brenner ‘The man who knew too much’ publicado en la revista Vanity Fair, presenta las claves de cómo un periodista debe realizar un trabajo de investigación minucioso, detallado y profundo; conociendo a la perfección el origen de la información y sus probables consecuencias.

Un detalle respecto al manejo de fuentes es que Bergman nunca desampara a Wigan y busca que su testimonio sea difundido de cualquier modo, así sea en otro medio. La anteposición del deber informativo al de la exclusiva.  

El mismo año del estreno de The Insider, Mario Vargas Llosa en su columna del diario El País de España refirió que el verdadero héroe del film era Bergman. De paso, golpea al sistema de las grandes corporaciones y su manejo sobre los contenidos periodístico.

Dijo así: “¿Llegarán en el futuro próximo los intereses de las grandes empresas a conseguir aquello que los formidables Estados totalitarios se propusieron y fueron incapaces de lograr, un mundo enteramente robotizado e imbecilizado por la desinformación? No tengo respuesta para esta pregunta, sólo la angustiosa sospecha de que ella planeará, siniestra, cada vez más cerca de nuestras cabezas, en los años venideros.

En el 2003 vio la luz una joyita poco difundida que aunque todavía está en el anonimato para los estudiantes de periodismo es todo un ejemplo en el tema de la verificación de datos. Se trata de Shattered Glass / El precio de la verdad de Billy Ray. El argumento versa sobre un joven periodista que inventaba historias y eran publicadas en una de las revistas políticas más importantes de los Estados Unidos, The New Republic, burlando el filtro de los verificadores de datos y del editor.  

La falsa identidad como recurso para alcanzar una noticia y escribir un artículo, el hecho de suponer y no comprobar, el proceso riguroso por el que pasan las publicaciones americanas para corroborar datos, el estilo periodístico y la ficción intencionada, así como la desconfianza en las fuentes son aristas que podrá encontrar en esta película. Excelentes actuaciones de Hayden Christensen y Peter Sarsgaard.

The China Syndrome / El síndrome de China (James Bridges, 1978) relata la historia de una reportera y un camarógrafo que de manera casual descubren el inminente peligro que guarda una planta nuclear a pocos kilómetros de una ciudad.

Un valiente y jovencísimo Michael Douglas, en el papel de Richard Adams, graba una escena en que los operarios de los reactores nucleares entran en pánico al percatarse que empiezan a fallar. Un funcionario de la empresa pone paños fríos a la situación y se disculpa diciendo que todo es parte de un trabajo de rutina.

Kimberly Wells (Jane Fonda) la reportera que acompaña a Adams, no cree en la versión oficial y decide difundir el incidente argumentando que ‘evidentemente’ existe una falla. El productor no le hace caso aduciendo que no es un hecho comprobado. El dilema periodístico se destaca por sí solo: ¿Se debe callar algo que pudo haber afectado a una comunidad sin haber pasado por un proceso de verificación?

En Absence of Malice / Ausencia de malicia (Sydney Pollack, 1981) la verificación de datos es una clavija vital para entender la cinta en términos periodísticos. La reportera Sally Field investiga las conexiones de un empresario (Paul Newman) con la mafia y acude a la justicia por datos que esclarezcan los hechos. Al publicar su trabajo no toma la versión del presunto delincuente, ergo, hace un mal manejo de las fuentes al escuchar tan solo a una de las partes.

En la vida cotidiana este tipo de acciones irresponsables pueden generar demandas que llegan a pasarle la factura a directores, editores y redactores; además de golpear financieramente al medio debido al recorte de los anuncios publicitarios. El cruce de datos es fundamental para no meterse en problemas.

True crime / Ejecución inminente (Clint Eastwood, 1999) es una película que también puede ser vista desde la óptica del manejo de fuentes. Steve Everett (Eastwood) es un periodista de la vieja guardia que vive al filo de regresar a un pasado alcohólico.

A causa del accidente que sufre una joven colega es enviado a cubrir la ejecución de un condenado a muerte. Tras algunas indagaciones, la duda lo asalta y no cree que el preso sea culpable e inicia una investigación que deriva en la inocencia del acusado. 

Everett no cree en los cabos sueltos. Acude a las fuentes y rearma el caso pero desde otro punto de vista. Es aquí donde el periodista se distingue por su olfato, algo de lo que muchos reporteros, en la actualidad, carecen. No se debe repetir ni ser presas del efecto del error multiplicado. Los detalles y la mirada peculiar también distinguen a un periodista sobre los demás. Eastwood, como casi siempre, actúa de Eastwood, dirige y protagoniza un drama de primer nivel.

En Secretos del poder  el escenario que plantea el periodista sobre la causa del crimen puede sonar descabellado, sin embargo atando cabos encuentra conexiones coherentes, a las que somete el proceso de verificación de datos.

Algo que deben entender los aspirantes a periodistas es que una investigación policial es distinta a una investigación periodística, aunque pueden ir de la mano (tema que también expone el filme). El periodismo no es ni la ley ni el orden.

La situación en que el periodista es traicionado por su fuente o, en el caso más benigno, utilizado con un fin encubierto, lo podemos ver en películas como Verónica Guerin (Joel Schumacher, 2003) y Under fire / Bajo fuego (Roger Stottiswoode, 1983). En la primera, la valerosa Guerin es enviada al desvío por una fuente ‘de confianza’ al tratar de descubrir la identidad del cabecilla de una red de narcotráfico en Dublín. El exceso de confianza casi la lleva a la muerte.

En la cinta de Stottiswoode, un espía francés le da todas las pistas a un fotógrafo para encontrar al líder de la guerrilla nicaragüense. El dato es real pero al percibir la debilidad que tiene el periodista por apretar el disparador, se vale de manera ilícita del registro fotográfico que identifica a otros insurgentes para liquidarlos. Sin querer, el fotógrafo fue el guía que abrió el camino para la masacre. 

Otra de las grandes películas sobre manejo de fuentes y verificación de datos es All the president´s men / Todos los hombres del presidente, (Alan Pakula, 1976). Film básico y fundamental en los cursos de periodismo de investigación.

Al empezar sus averiguaciones Bob Woodward (Robert Redford) se reúne con Garganta Profunda para que le revele información sobre el caso Watergate que a la postre conllevaría a la dimisión del presidente Nixon. En estos encuentros la fuente se limita a negar o afirmar lo que el periodista va descubriendo, lo que para su editor significa que la información no es sólida. Woodward nunca revela la fuente, aunque sus jefes ejerzan presión.

Por otra parte, la película muestra el impecable trabajo de campo efectuado por Woodward y su compañero, Carl Berstein (Dustin Hoffman). Entrevistas con decenas de fuentes y un cruce de datos exhaustivo, siguiendo la RUTA DEL DINERO, hace de la historia de los periodistas del Washington Post una travesía que deleita. 

Entre los mensajes a rescatar para el análisis periodístico de Todos los hombres del presidente podemos hallar que siempre el dinero será la clave que nos lleve a hacer destapes sobre casos de corrupción.

Sino que lo diga Daniel Santoro quien en su libro Venta de armas: hombres de Menem relata a través de una rigurosa investigación la venta de armas que efectuó Argentina a Ecuador en pleno conflicto bélico entre éste último país con Perú, en un contexto en que Argentina era uno de los garantes del acuerdo de paz firmado por los dos gobiernos andinos.

Otro punto del filme a destacar es que al no tener información conectada se debe reenfocar el tema y reelaborar las hipótesis directrices iniciales. Preguntarnos: ¿dónde está la historia? y darle un nuevo rostro en parte es necesario. Reafirmo que Todos los hombres del presidente es una de las películas/ejemplo de rigurosidad y paciencia para encontrar datos, hechos y pruebas. Imprescindible.

Los perfiles del periodista
Idealista, obsesivo, narcisista, justo, adulador, disciplinado, bravucón, desencantado, académico, fanfarrón, partidario, meticuloso, conformista, libertino, leal, mercenario, erudito, beodo, aguerrido… en fin son muchos los perfiles en clave psicológica que el cine ha hecho de los hombres, y mujeres, de prensa. 

Los retratos de directores, editores, reporteros, redactores, fotógrafos, presentadores y camarógrafos también son descritos en gran forma. Desde el justo Ed Hutcheson (Humphrey Bogart) de Deadline - U.S.A / El cuarto poder (Richard Brooks, 1952) o el cínico Richard Boyle de Salvador hasta el ególatra J.J. Hunsecker (Burt Lancaster) de Sweet smell of Success / Chantaje en Broadway (Alexander Mackendrick, 1957).

En el caso del papel que interpreta Bogart se trata del periodista que no cede a las presiones del poder económico y desarrolla el oficio con vigor buscando siempre la verdad. Esteriotipo del periodismo romántico; que felizmente todavía tiene algunos representantes, aunque en peligro de extinción.

En Salvador, más allá de la personalidad que presenta Stone sobre Boyle, el director realiza una escena ilustrativa en la que se hace referencia a Robert Capa. Reproducción del diálogo y del sucinto mensaje: - “¿Sabes qué hace grandiosos a fotógrafos como Capa?”. – “No”. – Que no buscaban dinero. Ellos capturaban la nobleza del sufrimiento humano”. Recomendación a los aspirantes a fotógrafos: seguir las huellas de Henri Cartier-Bresson, George Rodger, Bill Vandiver, David Seymour y la mítica Magnum Photos.

En cuanto al personaje de Lancaster (¡inmenso!) resumo la falsa modestia de J.J. y sus ínfulas de censor de la opinión pública, cuando es ‘agraviado’ por el novio de su hermana: “este chico no me ha ofendido, sino que ha ofendido a mis lectores”.

Otro perfil que se ejemplifica con frecuencia es el del periodista duro, aquel que no necesitó de las aulas y que su experiencia la ganó corriendo la cancha. Allí tenemos a Steve Everett de Ejecución inminente: un sabueso callejero de la vieja escuela que no tolera las imposiciones de las redacciones modernas; prototipo del periodista curtido, papel que le va muy bien a Eastwood.

Otro caso de la misma especie es la de Chuck Tatum en El gran carnaval.  Tatum cuestiona a un joven fotógrafo y le pregunta si cree que el periodismo debe estudiarse, a lo que él mismo responde: - “Eso se aprende en la calle”. Y sentencia: - “Nunca olvides que las noticias sobre desgracias, “las malas”, son las que venden más”. No obstante, las antípodas de estos peculiares personajes sí existen y están representadas por la joven colega de Everett y el director del diario donde trabaja Tatum.

Los periodistas valerosos también tienen matices marcados en la pantalla grande. Filmes como Verónica Guerin (una reportera que enfrenta el oscuro mundo del tráfico de drogas), Bajo fuego (la osadía y pasión por el oficio en medio de una guerra civil) o Todos los hombres del presidente (dos redactores que plantan cara al poder político son casos de estudio).

Las mujeres periodistas también han sido magistralmente interpretadas en el cine. Pero, es la obsesión el rasgo que define a dos grandes personajes. Se trata de Jane Craig (Holly Hunter) de Broadcast news (James Brooks, 1987) y de Diana Christensen de Network.

En Broadcast news apreciamos varios perfiles de periodistas. Pero es el personaje de Hunter el que destaca sobre los demás: La productora de una programa televisivo de noticias no permite que los errores se cuelen en su trabajo, de lo que contrario sus cambios de humor podrían arrasar con todo el canal. La eficiencia hecha mujer, para efectos periodísticos.

Además, dilemas como el rol de los presentadores de noticias, la preparación del reportero, el fragor del trabajo en equipo, quién hace la noticia: el periodista o el hecho, la convicción de los periodistas al hablar o escribir y la personalidad de la información son otros temas que expone Brooks.

La segunda es el caso extremo de la obsesión por el rating a cualquier precio. Además, el director presenta la brecha generacional en cuanto a la percepción que tiene Christensen y Schumacher de lo que es el periodismo y el tratamiento de las noticias. Una vez más la dicotomía de la experiencia empírica y la formación universitaria.

Si hablamos de distancias generacionales que tienden a marcar el perfil de los periodistas es necesario referirse a State of play. En una escena, la falta de temple hace que un tiroteo deje aterrada a una joven reportera, a diferencia de su compañero que no muestra alteración mayor. El periodista experto frente al novato. Puntos aparte: el trabajo de un artículo a cuatro manos, la utilización de los blogs como herramientas comunicativas y la vigencia de los medios impresos.

El colofón de este capítulo es para Park Row (Samuel Fuller, 1952). Esta cinta, ambientada en Nueva York de fines del siglo XIX, relata el idealismo de un periodista por iniciar una nueva empresa: fundar un periódico que se distinga por decir la verdad sin manipular ningún tipo de información (alguien dijo utopía).

La responsabilidad periodística al servicio del lector y la competencia desleal son los aspectos que Fuller muestra al espectador. Esta es una película/homenaje a la historia del periodismo en que destacan las figuras de Bennett, Greeley, Bryant, Dana, Pulitzer, Hearst y Scripps.

* Nota: Existen más películas de primer nivel sobre periodismo que también merecen ser incluidas y comentadas pero que se hará en una actualización de este mismo artículo. Estas son: Citizen Kane / Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941), Gentleman agreement / La barrera invisible (Elia Kazan, 1947),  Escándalo (Akira Kurosawa, 1950), While the city sleeps / Mientras Nueva York duerme (Fritz Lang, 1956), Beyond a reasonable doubt / Más allá de la duda (Fritz Lang, 1956), Reds / Rojos (Warren Beatty, 1981), The killing fields / Los gritos del silencio (Roland Joffé,1984), Mad city / Cuarto poder (Costa – Gavras, 1997), Wag the dog / Cortina de humo (Barry Levinson, 1997), Welcome to Sarajevo / Bienvenido a Sarajevo (Michael Winterbottom, 1997), Good nigth and good luck / Buenas noches y buena suerte (George Clooney, 2007), Frost / Nixon / El desafío: Frost contra Nixon (Ron Howard, 2008).

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