viernes, 21 de octubre de 2011

“Hacer crónicas no es escribir bonito, es investigar a profundidad”


Por Raúl Ortiz - Mory

El cronista Daniel Titinger hace mucho dejó de editar la revista Etiqueta Negra; ahora dirige un diario deportivo que, en pocos meses, dejó atrás a otros tabloides que tranquilamente dominaban el canibalístico mundillo de la prensa deportiva. Nos recibe en una oficina que da directo para una calle ruidosa. Tiene una mirada desconfiada, aunque sus maneras son educadas. Luego, poco a poco, se soltará. Va de jeans y de polo blanco impoluto. Está sentado delante de la pantalla de su Macbook que lleva en la tapa un sticker con el rostro de César Vallejo. Para ser director de un diario deportivo de un país donde el fútbol se vive con lánguidos triunfos nacionales y se polariza por dos clubes, no es imparcial: en la ventana de su oficina está colgado un souvenir de Universitario de Deportes. Eso, no importa. No nos hemos reunido para hablar de fútbol, sino del periodismo narrativo y de la crónica latinoamericana. 


Según algunas voces, el periodismo narrativo latinoamericano está pasando por una buena etapa: la publicación de más libros y revistas orientadas al género, respaldan esta afirmación ¿Cómo ves este panorama?
Con un poco más de pesimismo. A mí me parece que no está pasando por una de sus mejores etapas. Me parece que, al mismo tiempo, se generó cierta corriente muy positiva, muy exagerada, de la crónica periodística o periodismo narrativo, como se quiera llamar. Yo prefiero decirle periodismo narrativo en lugar de periodismo literario, para que no se malinterprete. En el Perú, quizá, esta corriente se generó a raíz de Etiqueta Negra y, en el mundo, con ciertas revistas que así lo probaban, además de la publicación de libros de diferentes cronistas. En Estados Unidos ni qué decir: siempre ha estado presente a través de sus publicaciones periódicas donde aparecían periodistas de gran nivel. Sin embargo, muchos jovencitos tomaron esto como la posibilidad de hacer un periodismo en el que se podía escribir ‘bonito’; cuando yo nunca he sentido que hacer periodismo narrativo signifique escribir ‘bonito’. Yo mismo he parado de escribir crónicas porque me siento engañado por todo lo que existe. No todo lo que se publica como crónica, ya sea en la prensa diaria, semanal, mensual, bimensual u on line, es crónica. Yo no siento que se pueda hacer una suerte de periodismo poético y que eso ya es una crónica. Ahora, hasta cierto punto, el periodismo narrativo puede ser cualquier cosa. Algún ‘patita’ que fuma su ‘troncho’ y que habla, por decir, de su primo y que luego hace un blog, ya cree que está haciendo periodismo narrativo. Eso está mal. Por otro lado, siento que el periodismo narrativo se está enseñando mal.

Entonces, ¿qué es para ti el periodismo narrativo?
Para mí siempre fue una absoluta y brutal investigación. Eso que pone de cabecera la prensa o denominan los cursos de la universidad como periodismo narrativo o periodismo literario, es realmente periodismo en su estado más duro y convencional, y que requiere un poco más de talento.

En ese contexto, ¿qué es la crónica periodística?  
Qué sé yo. Como yo lo llegué a enseñar, el periodismo narrativo consiste, simplemente, en usar las técnicas de la literatura para hacer un buen periodismo. Pero BUEN PERIODISMO. No se trata de usar las técnicas literarias para decir lo que a uno le salga del nabo. Mira lo que pasó con el biógrafo de Kapuscinski, que se considera su discípulo, ha salido a decir que todo lo que escribía Kapuscinski no era cierto. Pero, ¡Dios mío!, ¿has leído Ébano?, ¿has leído El emperador? Si tú crees en todo lo que dicen esos libros, es porque eres un mal lector.

El periodismo no se trata, primero, de escribir bonito. Consiste en investigar muchísimo, a profundidad. Todos los temas que están en ‘Dios es peruano’ los investigué, por lo menos, durante cinco o seis meses, que es poco. A excepción del texto que escribí junto a Marco Avilés (El imperio de la Inka), estábamos muy presionados por el tiempo. Algunos de los otros textos tuvieron una investigación que llegó al año, lo cual me sigue pareciendo poco. Nunca me he sentido tranquilo por la cantidad de tiempo dedicado a una investigación. Segundo, para mí, antes de escribir hay que pensar. Al final de cuentas toda crónica es un ensayo. Es el género más subjetivo que puede haber. Para escribir una crónica, primero hay que tener una idea. Si no tienes la idea, es mejor que no te sientes a escribir. Tercero, y eso lo tiene muy claro Juan Pablo Meneses, hay que tener el esquema de lo que vas a decir. Por ejemplo, a través de escenas.

Pero esto último ya tiene que ver con técnicas. Por ejemplo, en el inicio de la crónica de la Inca Kola se lee un arranque demoledor a través de una enumeración. En el mismo texto cierran por medio de una reflexión. ¿Ambos casos se pensaron como estructuras?
Uno lee el primer párrafo de esa crónica y te toma menos de un minuto en acabarlo. Sin embargo, tuvimos que leer mucho para seleccionar esa información. Ten en cuenta que en ese tiempo estábamos desempleados, le dedicábamos diez horas al día a la investigación, que comprendía las entrevistas y las lecturas. Cuando terminamos el primer párrafo sentimos que no teníamos nada más que decir (risas). Nos quedó esa sensación de que en ese primer párrafo habíamos abarcado todo, que es una suerte de narrativa resumida. Llenas la mesa de investigación y todo lo tienes que resumir en un párrafo. En realidad, era más largo de lo que finalmente se publicó, con todo lo que significa Coca Cola en el planeta. Sabíamos lo que teníamos que hacer. Teníamos que inflar el globo para luego meter el alfiler. Eso lo planeamos desde el inicio. Por eso te digo que nunca me he sentado a escribir sin saber lo que quiero decir, sin tener clara la idea que quiero que el lector tenga.

¿Qué lugar tiene el lector en todo esto?
Tienes que poner las ideas claras para que el lector entienda tu mensaje. Yo he escuchado decir a muchos chicos que quieren hacer crónicas ‘yo escribo para mí’. ¡No me jodas, tú no escribes para ti! ¡Si tú eres periodista no escribes para ti! No puedes escribir para ti mismo, a menos que quieras hacer un diario personal. Se escribe para que el lector entienda, no para que interprete. La idea debe ser clarísima y tú puedes estar a favor o en contra de esa idea, pero no se trata de interpretarla.

En un artículo dices que hacer crónicas también consiste en “intuir la realidad”.
Ese artículo lo escribí cuando yo mismo no intuía la realidad (risas), era muy chico. Una crónica no solo responde a las preguntas básicas: qué, quién, cómo, cuándo y dónde… No, pues. La crónica es totalmente subjetiva. Tú y yo, por ejemplo, podemos ver al mismo tiempo una sala de redacción, pero eso no quiere decir que vamos a mirarla de la misma manera. Por eso es que la crónica es el género más libre dentro del periodismo. Pero para tener una verdad, la tuya, debes investigar muchísimo. Tú no puedes soltar una versión de la vida sin saber de lo que estás hablando. Desde mi punto de vista, yo creo que se pueden escribir muy buenos textos en la prensa diaria, pero no se puede hacer mejor periodismo narrativo en un tiempo muy corto.

¿A qué técnicas apelas más para escribir una crónica? 
A diferencia de muchos cronistas que admiro, para mí, más importante que una técnica es el espacio de las ideas. En realidad, yo no sé si lo que hago es crónica, a veces siento que estoy haciendo ensayos y que simplemente me he basado en entrevistas y en escenografías para sentar un punto de vista. Dios es peruano es un punto de vista con el que, por cierto, ya no estoy de acuerdo (risas).

Dios es peruano es un libro más reflexivo, característica fundamental del ensayo.
También hay algunos perfiles. Pero, en líneas generales, la esencia de mis textos se muestra a través del género que más me gusta: el ensayo. Todo lo que escribí en Dios es peruano representa un punto de vista que tenía hace algunos años. Ahora no estoy de acuerdo con muchas ideas que están en esos textos. Sin embargo, respeto el trabajo de investigación que hice, al menos para los tres primeros textos. Yo no puedo pensar igual que como pensaba en aquella época. Ahora soy una persona distinta a la que escribió esos textos. 

¿Reniegas de tu libro?
Hay cosas que no las hubiera puesto como las puse, hay párrafos que no los hubiera escrito así. Lo mejor que puede hacer uno cuando publica un libro es no volverlo a leer y es lo que he hecho, aunque recuerde casi todo. Tengo la idea de publicar un segundo libro que me gustaría llamarlo El diablo es peruano que, por decir de alguna manera, es más polémico y con ideas que han ido madurando con el tiempo, de acuerdo a mi manera de ver las cosas.

¿Y también será tan ‘antiperuano’ como el primero?
Dios es peruano no es antiperuano como parece. Lo que creo es que nos están vendiendo una idea absolutamente equivocada de lo que es ser peruano. Si te vas a vivir al extranjero, ¿me vas a decir que extrañarás Machu Picchu? Para mí, visitar el Cusco o Machu Picchu es ir al extranjero. Hay un concepto muy lindo que dice: mi país son mis amigos; y creo es eso. Si entramos al tema de los sabores del Perú, la cosa se pone más polémica; pero el boom de la gastronomía peruana es el negocio de los altos empresarios que están metidos en la comida. Es así.

¿Así como nos vendieron el boom del periodismo narrativo latinoamericano?
Yo siempre hablé en contra de eso. Yo estoy en contra de que haya existido un boom. ¿Qué boom? Yo siento que eso se ha desinflado.

Pero no puedes negar que hay una ola de narradores jóvenes
Sí, es cierto. Pero también siento que esa ola puede ser un tsunami en el sentido destructivo. Por suerte, uno ve con más lejanía este momento. Cuanto más libros le leamos a Villoro o a Caparrós, que en realidad son escritores, vamos a recuperar el idilio por la crónica periodística. Pero seguimos leyendo, no voy a decir nombres, cosas que no son.

¿Te refiere a lo que hablabas hace un rato sobre Kapuscinski?   
No, no lo digo por él. Pero no puedes leer Ébano y pensar que todo eso pasó. Es como ver Indiana Jones. No ves esa película creyendo que ese tipo existe. Otra cosa es que las editoriales lo hayan vendido como periodismo, ahí creo que está el error. El mismo biógrafo de Kapuscinski, que ha desatado una polémica con el libro sobre el periodista polaco, ha dicho que en los estantes de las librerías deberían tener ficción, no ficción y, al medio, Kapuscinski (risas). Yo no hubiese impulsado un texto con algo que no haya sido lo suficientemente investigado. En Etiqueta Negra siempre nos cuidábamos y trabajábamos con fact checkers (verificadores de datos). También siento que eso es un bumerán, un factor en contra. En la revista publicaban autores, bastante consagrados, que no verificaban sus propios datos; un cronista debe saber sobre lo que está escribiendo. El autor debe ser el primer verificador de datos. En el mundo editorial de los Estados Unidos, todas las revistas y diarios tienen sus fact checkers. El editor es el último fact checker de toda la cadena. En mi caso, sí me he equivocado con algún dato cuando he escrito, porque la memoria me falló y el fact checker lo encontró a tiempo. Mi libro pasó por un trabajo de verificación de datos por pedido mío. A veces, pequeños detalles como confundir cargos públicos -senador por diputado, por ejemplo-, se pasan y deben ser confirmados. Al nivel de Kapuscinski no llegué porque no viajé a los lugares que él sí conoció. Respecto a él no me siento engañado, me siento confirmado, en el sentido de que era obvio que lo que contaba no podía ser real. Seguiré leyendo a Kapuscinski porque creo que libros como El  emperador o El Sha son una maravilla de libros que, además, fueron trabajados con libretas que tienen muchos años de antigüedad.

¿Cómo se puede hacer de un periodista un buen cronista?
A la persona que quiere escribir siempre le recomiendo que lo primero que debe hacer es leer. Yo tenía alumnos a los que les preguntaba qué estaban leyendo y me respondían: “Tu separata”. Es un poco triste. No te digo que solo sean los alumnos de la universidad en la que enseñé o los participantes de los talleres que dicté, también te hablo de asistentes a los talleres en el extranjero. La generación de la que esperamos que escriba crónicas es una generación que no lee nada.

¿Una generación perdida?
No sé si perdida. Pero quizá se deba dedicar a otra cosa. Uno no puede escribir sin leer. Si la gente no lee ficción, no esperes que lea no ficción. Internet y estos códigos que tiene la red nos están destruyendo. La gente ya no dice: “Estoy feliz”; te pone un ‘emoticon’ riéndose. Si tuviera que recomendar un autor que sigo desde hace mucho, y me parece lo mejor que hay en español, sería Juan Villoro. Yo lo recomendaba en la universidad y los chicos se aburrían. Están acostumbrados a leer notas informativas de Internet, a revisar en el facebook los comentarios de la chica a la que se quieren levantar, y no a leer un libro. Que pensemos que el libro de la esposa de Bayly va a ser un best seller, me hace pensar que el 2012 debería ser el fin del mundo (risas).

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