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Titular de portada del diario La Segunda, propiedad de Agustín Edwards (24 de julio de 1975). |
Por Raúl Ortiz – Mory
¿Qué responsabilidad periodística puede tener un medio de comunicación
en un escenario donde una dictadura militar practica crímenes de lesa
humanidad? A través del documental ‘El
diario de Agustín’ (2008), el cineasta Ignacio Agüero intenta responder
esta interrogante y explica como El
Mercurio de Chile - desde la polémica figura de su director Agustín Edwards
Eastman - avaló con su silencio, y con campañas de desinformación, las
ejecuciones extrajudiciales efectuadas durante la dictadura de Augusto
Pinochet.
‘El diario de Agustín’ no sólo es un
documental que narra con detalles el rol que cumplió el medio más influyente y
longevo de Chile en los 17 años que estuvo el país bajo el mando de uno de los
tiranos más famosos de la historia latinoamericana, también establece la figura
del hombre de negocios que tiene en la palma de su mano una herramienta para
manipular a la sociedad a cuenta de salvaguardar sus intereses económicos.
El filme registra la investigación de seis jóvenes, ex alumnos de
periodismo de la
Universidad de Chile, que preparan sus tesis sobre cómo el
diario informó acerca de los hechos relacionados con la llegada al poder de
Salvador Allende, su posterior derrocamiento a manos de la junta militar
comandada por Pinochet, y las detenciones y desapariciones que los uniformados
hicieron durante la década de los años 70.
Tergiversación mediática
De saque uno de los periodistas intenta comunicarse con Edwards de
manera infructuosa. Esa percepción de personaje oculto recorre la película a lo
largo de los 80 minutos que dura. Inmediatamente, se explica cómo El Mercurio,
a través de notas informativas y sendos editoriales, califica de comunistas –
con ciertos guiños guerrilleros – a los estudiantes que tomaron la Universidad Católica
tras no escucharse sus reclamos para destituir al rector de esta casa de
estudios en 1967. Recortes periodísticos de la época, imágenes de la toma de la
universidad y una entrevista al ex director del diario, Juan Pablo Illanes, sirven
para revivir uno de los momentos claves de la participación social de los universitarios
chilenos.
Emblemática es la pancarta que se colgó, durante esos días turbulentos,
en el frontis de la universidad donde se respondía al diario con la frase “CHILENO:
EL MERCURIO MIENTE” y que, de acuerdo a la nacionalidad – cambiando los nombres
– hasta ahora sirve para referirse a aquellos periódicos que transfiguran la
información en diferentes países. Las tomas ‘largas’ de las portadas y la
repetición de las mismas cumple el objetivo de recordación perenne que buscan
los cineastas. Igualmente, la focalización en palabras claves y en los
titulares altisonantes es un recurso que funciona muy bien.
El caballero oscuro tiende la
mano
En otro momento se muestra la relación de Edwards con el gobierno de los
Estados Unidos. La película cuenta los episodios en que Edwards,
presumiblemente, se ofrece a la administración de Richard Nixon para que sea
una caja de resonancia en contra del gobierno socialista de Allende. Es más,
con documentación desclasificada de la
CIA , se demuestra los nexos entre el chileno y dos personajes
controvertidos: el secretario de Estado, Henry Kissinger; y el director de la
agencia de inteligencia, Richard L. Holm.
Al contar este caso los cineastas proyectan una figura siniestra de
Edwards al retratarlo como un mercenario que le tiende la mano a su patrón – se
muestran documentos en los que se acredita que Edwards recibió dos millones de
dólares por parte de los Estados Unidos para cubrir necesidades publicitarias
en tiempos de turbulencia –. Las portadas del diario eran casi apocalípticas.
Parecía que el país iba rumbo a una destrucción económica y el derrocamiento de
Allende era la única solución.
Un gran rebote
El caso conocido como Operación Colombo y que en el documental pertenece
al tercer capítulo denominado ‘Los 119’
explica la campaña de desinformación en la que participó El Mercurio y los
diarios La Segunda
y La Tercera ,
los dos últimos también de propiedad de Edwards. Los tres medios ‘rebotaron’
información falsa de un diario argentino y otro brasilero (ambos de ediciones
debutantes y únicas a las vez) sin corroborar sus fuentes ni hacer mayores
averiguaciones periodísticas sobre el caso de los 119 desaparecidos chilenos
que, según los diarios del Atlántico, habían muerto baleados entre ellos mismos
en Argentina y Brasil, cuando en realidad habían desaparecidos en Chile.
Ojos que no quieren ver
Otro de los casos abordados por los dos realizadores es el de Marta
Ugarte. El 9 de agosto de 1976, Ugarte, de 42 años, fue detenida por agentes de
la Dirección
de Inteligencia Nacional – DINA. Un mes después su cuerpo sin vida fue
encontrado en una playa con muestras de tortura y ensañamiento. Los diarios de
Edwards informaron que una bella mujer de 23 años fue hallada muerta en una
playa y que su deceso correspondía a las características de un crimen pasional.
La periodista de El Mercurio, Beatriz Undurraga, quien es entrevistada en el
documental e hizo la cobertura del hallazgo, aseguró ante la justicia chilena que
vio el cadáver y reconoció a una mujer joven de facciones atractivas, cuando en
realidad la expresión de Ugarte era de terror. Una vez más El Mercurio no se
tomó el trabajo de averiguar más allá de la versión oficial o no quiso ahondar
en algo que implícitamente avalaba.
Estos son algunos de los casos que presentan Agüero y Villagrán para
demostrar cómo un medio importante, influyente y poderoso se calló ante hechos
evidentes ¿Son los diarios tan solo portadores de noticias?, ¿puede limitarse
su participación informativa en coyunturas dictatoriales? Definitivamente no.
Pero peor es la complacencia frente a escenarios como los citados, sobre todo
si lo que se busca es resguardar intereses monetarios. El Mercurio tiene una
mancha que hasta ahora no se ha esforzado por borrar, al menos de manera
pública.
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