sábado, 31 de diciembre de 2011

Thrist (Rito Diabólico), la mejor película del 2011



Por Raúl Ortiz - Mory
En la cinta del coreano Park Chan-wook, el mundo de los vampiros contiene dimensiones macabras y cómicas, siniestras y absurdas, amorosas y bellacas, pero, sobre todo, estéticamente cuidadas en narración, argumentación e interpretación, todo en nombre de una relación enfermiza de estrecha dependencia.   


‘Thrist’ o ‘Rito Diabólico’ o ‘Sed de Sangre’ – se le ha llamado de tantas maneras, su nombre original es ‘Bakjwi’ – es el mejor estreno comercial de la cartelera peruana del 2011, aunque fuera rodada dos años antes; un ejemplo de que gran parte de las buenas películas tardan en llegar a Lima.
Esta no solo es una película de vampiros: es una historia noir donde las balas o los criminales a sueldo escasean y en su lugar, dos asesinos circunstanciales sobreviven bebiendo la sangre de sus víctimas, autodestruyéndose sin importarles los límites.
Si bien es una película de vampiros, Thrist no tiene algunos elementos típicos del género como estacas o balas de plata, pero guarda las formas con el manejo de la luz solar como arma de destrucción contra los chupasangres. Otro aspecto que el director no trastoca es el erotismo: aunque exacerba el placer en algunas escenas de sexo, el resultado de las mismas es impecable, transmite necesidad por la posesión del cuerpo como en una exhalación por la vida.
Park Chan-wook es mundialmente conocido por su ‘Trilogía de la Venganza’ donde una de sus entregas, Oldboy (2003) ganó el Premio del Jurado de Cannes. Se trata del más importante e influyente director coreano de los últimos tiempos. Graduado en filosofía y nacido en 1963, el realizador se inspiró e hizo una versión libre de Therese Raquin (1867) de Emile Zola para rodar Thrist.
El argumento de la cinta va más o menos así: un sacerdote se somete voluntariamente a ayudar a unos pacientes que padecen una enfermedad contagiosa e incurable, la que, inexplicablemente, no tiene efectos sobre él. Por ello, la gente cree que está tocado por la gracia divina,  entonces, sufridos de todos lados lo buscan para que sane a sus enfermos, entre ellos un antiguo compañero de estudios. Al llegar a casa de este conoce a la mujer de su amigo que de a pocos lo seduce. Sin embargo, las secuelas de la enfermedad que sufrían los pacientes empiezan a pronunciarse en el cura. Solo de una manera podrá sanarse: bebiendo sangre humana.
La relación de dependencia entre los dos personajes está corroída por la soledad y la falta de afecto que sufre el clérigo; y, la emancipación y libertad que necesita la mujer. Tras varios hechos la mujer induce al hombre a asesinar a su marido, éste y otros acontecimientos hacen que el control que tenía al inicio el sacerdote sobre la desquiciada mujer se acabe. Solo una salida pasa por la cabeza del cura: matarla.  Y lo hace. Pero su soledad y el amor patógeno que lo invade lo llevan a regresarla a la vida…transformada en vampiro.
La escena final, la muerte definitiva de los dos vampiros, es una muestra de lirismo puro, de enajenación perpetua, justa y necesaria. No se trata del suicidio de dos seres distintos, salvajes, enfermos, se trata de la muerte de un amor simbiótico, de la alianza eterna hacia el más allá. Nunca, en la historia de las películas de vampiros, un amanecer fue tan sublime y fatal.   


2 comentarios:

  1. La fui a ver con mi enamorada. No le gustó. A mi tampoco. Quizás no fue la adecuada para una cita romántica. Además no conozco el trabajo de Park Chan-wook. ¿La volvería ver? Sí, pero con otros ojos. Y por supuesto solo.

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    1. Si no has visto nada de Park Chan - wook te recomiendo su película más conocida: Oldboy, obra maestra. Mejor que Thirst.

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