sábado, 31 de diciembre de 2011

“Hay un abuso de la primera persona”


Por Javier García Wong - Kit

El periodista y escritor peruano Fernando Ampuero habla sobre las dos ocupaciones que dividen su vida: la literaria (los cuentos, novelas y crónicas) y la alimentaria (editor periodístico, conductor de TV y jefe de investigación), como él mismo dice. En esta entrevista, Ampuero detalla su punto de vista sobre la crónica y la manera de abordarla desde el enfoque de la primera persona. También habla del Nuevo Periodismo y de su relación con la literatura, de las licencias creativas y de las vicisitudes del escritor actual.
Ampuero es prolífico, multifacético, deportista y un gran conversador. La revista El Malpensante lo invitó para su festival en Colombia, donde compartió su decálogo literario en 2010. En 2011, la revista Eñe lo incluyó como conferencista del Festival Eñe de Lima y, antes de que acabara el año, se dio un tiempo en su labor de editor del Grupo Cosas para participar en la Cátedra Roberto Bolaño de la Universidad Diego Portales de Chile.
-¿En qué se diferencia el Fernando Ampuero escritor del Fernando Ampuero periodista?
-Yo tengo una doble vida. Mi vida literaria y mi vida alimentaria, que ahora funciona en base al periodismo. Mi lado periodístico ha influido en mi lado literario. A pesar de que en la literatura tú te puedes tomar ciertas licencias, yo tiendo a ir al grano, a despojarme de adornos superfluos y de palabrería que sobra. He dejado de escribir textos barrocos para usar un lenguaje claro y sencillo.
-Quiere decir que usted encuentra coincidencias entre el periodismo y la literatura.
Por supuesto, el periodista tiene un problema que es el de la inmediatez. Pero esa inmediatez tiene que ser ambiciosa. Muchas de las crónicas que publiqué en “Gato encerrado” son notas de cierre de revista que se hicieron en 4 o 5 días. Creo que uno debe asumir la crónica como un cuento. Saber hacia dónde vas. Cuando sabes eso planteas una primera frase que guiará a las demás y no te sobrará ni faltará ninguna palabra. Es como una pieza de relojería.
-Digamos que ha habido una evolución en su estilo desde que escribió “Miraflores Melody”.
-Sí, en “Fantasmas del azar”, la compilación de mis cuentos y otros textos, se puede notar eso. Yo decidí incluir libros como “Paren el mundo que acá me bajo” (1972) para mostrar eso. Uno cuando es muchacho se deslumbra con la abundancia de palabras. Las tomas como guijarros de distintos colores en un manantial. Las sacas, las miras, las quiere usar. Fue una etapa que concluyó a los 19 años con un cuento llamado “El departamento”. Luego ya siguen los libros que yo considero “de madurez” y que escribí a los 32 años, cuando sentía que ya había encontrado mi propia voz. Ahí están “Malos modales” y “Bicho raro”, por ejemplo.
-En el periodismo también ha vivido una evolución, una serie de cambios.
-Yo tuve la posibilidad, al regresar de Europa tras un largo viaje de mochilero, de escribir en Caretas cuando me llamó mi amigo Enrique Zileri. En esa época primaba en el Perú el periodismo objetivo y nadie se podía tomar las libertades del escritor. En un periódico era imposible, en las revistas había, en cambio, espacios más amplios y creativos. Yo empecé escribiendo reportajes que se fijaban en naderías que, muchas veces, explican muchas cosas.
-Es curioso porque sus compañeros de Caretas se refieren a usted como “el escritor de la revista”.
-Todos aspirábamos a eso, pero había algunos que destacaban más. Años después entró Jaime Bedoya, muy muchacho, que es un gran cronista. Pero el periodismo de investigación influyó mucho en Caretas, en especial por el caso Watergate. Eran los años setenta, los años mozos de la revista. Una época con amenazas de cierre. Tenías que salir de la redacción con tu nota escondida, no la podías dejar en la redacción porque entraba cierta gente.
Técnicas literarias
-¿Cuán importantes son las técnicas literarias en el periodismo?
-El periodismo tiene por misión informar e ir directamente al grano. Responder a la noticia, pero a veces se pierden matices y sutilezas cuando uno aborda sencillamente a un personaje. No se llega a penetrar en el pequeño gran mundo de éste. En la técnica narrativa periodística de la crónica tú puedes dar cuenta de todo eso usando técnicas literarias. Puedes introducir diálogos, detenerte en detalles sin perder el hilo conductor. Estos procedimientos literarios iluminan al personaje. Son los que toman por la nariz al lector para que no pierda el interés.
-Hay que utilizar la palabra con cierta maestría.
-Claro, ser periodista sirve para pulir el lenguaje. Y hay que usar suficientes ingredientes que son, en realidad, los anzuelos que atrapan al lector. Un periodista es un escritor. Y un escritor tiene que aspirar a algo más que escribir correctamente para generar esa comunicación especial que se da con el lector. Para eso hay que tener una formación literaria bastante sólida.
-Está hablando de lo que se conocía como Nuevo Periodismo.
-Se habló mucho del Nuevo Periodismo, de Tom Wolfe y Hunter Thompson. Thompson no me interesaba para nada, era un tipo entronizado por una juventud a la que no le tomé importancia. Wolfe sí me interesaba. Pero esto no era una novedad, todos hablaban como si el lado subjetivo de la prensa se acabara de inventar. El periodismo de fin del siglo XIX ya hacía ese tipo de crónicas. Abraham Valdelomar y “La sicología del gallinazo”, por ejemplo.
-¿En qué siente que ha cambiado la crónica?
-La crónica está de moda, ahora hay un auge total. Lo que ha sucedido es que hay un abuso de la primera persona. Ahora todo se escribe en primera persona y a veces uno quiere leer una historia bien contada pero en tercera persona. Ojo que todo tampoco se puede contar como una crónica, hay artículos que tienen que ser muy claros.
Si tú dices “Se suicidó Fujimori”, ya no necesitas más. En cambio, escribir “El día en que Fujimori se suicidó compró un jarrón de…”. ¡Eso le importa tres pepinos a la gente! Sería absurdo utilizar las técnicas narrativas en ese momento. Tal vez si es para darle una segunda mirada al hecho puede ser, para conocer lo que no habíamos visto bien, con una mirada más exploratoria y penetrante que la de la noticia seca.
El entrevistador
-En “Gato encerrado” también se incluyen algunos bocetos y entrevistas que realizó para la televisión.
Así es, al igual que la crónica, la entrevista es un género maravilloso si lo haces bien. Creo que el origen de la entrevista está en ese diálogo de Platón con Sócrates. Para mí ese es el modelo más claro de lo que debería ser una entrevista. Después han venido perversiones cuando aparecieron Oriana Fallaci y varios ingleses que convirtieron la entrevista en un match de box, y la entrevista dejó de ser un medio para saber qué piensa el personaje para convertirse en una pelea.
-Se cambia la conversación por la discusión.
Bueno, es cierto que hay que hacer preguntas incómodas que pongan en jaque al personaje, pero eso no puede serlo todo. También hay que conocer a los personajes para que los lectores saquen sus conclusiones. Norman Mailer decía que la entrevista es el género más fácil del mundo porque el entrevistador invierte el 2% de las energías y el entrevistado el 98%. De alguna forma es cierto. Pero si el entrevistado es bueno, también te va a dar una buena entrevista.
-Revelar lados desconocidos del personaje, por ejemplo.
-Yo recuerdo una entrevista que salió en París Review a William Faulkner que había dado varias entrevistas pero que siempre fue un sujeto muy hermético, antipático. Hasta que aparecieron un par de alumnos muy ilustrados que le hicieron preguntas sencillas como “¿usted escribe a mano o a máquina? A partir de ese momento empezó a dar una cantidad de información sobre su cocina literaria que no había dado antes. Había un clima sicológico que dejó muy tranquilo a Faulkner y que lo estimuló a dar una gran cantidad de datos.
-La empatía que logra el entrevistador.
Pero también hay entrevistadores que quieren lucirse frente al entrevistado, que hacen preguntas sesudas que terminan haciendo que el entrevistado responda “sí”, “no” y “estoy de acuerdo”. ¿A qué ha venido este señor? ¿A lucirse a través de mí? No, la entrevista es un género maravilloso que hay que saber llevar. Recuerdo que cuando entrevisté a Jorge Luis Borges le pregunté si había consumido drogas. Él me dijo que una vez había probado cocaína, pero que no había sentido nada. Fue divertido charlar con él.
Oficio periodístico
-Usted ha disfrutado del periodismo, pero éste también lo ha puesto en situaciones difíciles.
Sí, como cuando dirigí la unidad de investigación de El Comercio que acabó en una gran bronca porque hubo como una especie de golpe de estado parcial. Había que tomar una decisión. Podía continuar y hacerme el tonto, o renunciar. A estas alturas de mi carrera no estaba para hacerme el tonto. Nosotros llevábamos un año investigando esto que hasta ahora encubren. Era tan evidente que el gabinete tuvo que renunciar a los dos días.
-Se hizo un trabajo de investigación minucioso.
Claro, había que cruzar cada información. No es lo mismo que escribir para “el pan del alma” que para El Comercio. La responsabilidad nuestra era hacer un trabajo bien investigado. En mi vida he perdido siete u ocho veces el empleo y no iba a estar en esa situación. El periodismo será mi vida alimentaria, pero no vale tanto como para vender tu alma.
-¿Volvería a hacer periodismo de investigación?
-No lo sé, ahora hago un periodismo de magazine. Uno tiene que hacer las cosas de las que uno está enamorado. La escritura es para mí como un juguete que te hace pensar. Que te hace hablar de cosas que no existen, tiene una magia maravillosa, es un tiempo tan extraordinario que le da sentido a tu vida. Yo pienso con los dedos.

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