viernes, 14 de septiembre de 2012

La pasión según Trelew


Por Raúl Ortiz – Mory

El 15 de agosto de 1972 un grupo de presos políticos fugó del penal de Rawson, situado en la Patagonia argentina. Cinco días más tarde, 16 de ellos – recapturados y recluidos en una base militar – fueron fusilados, dando origen al primer hecho de terrorismo de Estado en la Argentina. Poco tiempo después, 16 ciudadanos fueron arrancados de sus casas injustamente, acusándoseles de haber dado muestras de apoyo a los reclusos. Este atropello hizo que los habitantes de Trelew – ciudad cercana a la prisión – se rebelen, originando una de las protestas más importantes y anónimas, paradójicamente, de aquel tiempo. En La pasión de Trelew, Tomás Eloy Martínez cuenta la importancia de ambos hechos, sus verdaderas causas e inevitables repercusiones y la forma cómo el poder puede ser despiadado cuando se calza el disfraz del autoritarismo. Este libro es, sin reparos, uno de los más relevantes del periodismo de investigación de América Latina.

A bordo de un Ford Falcon, seis guerrilleros llegan al aeropuerto de Rawson sin saber que su destino final estará en Cuba. Un avión robado los llevaría primero a Santiago generando un pleito diplomático entre los  gobiernos de Salvador Allende y Alejandro Agustín Lanusse. Sin embargo, un segundo grupo de fugados, que arribó a la pista de aterrizaje sobre tres taxis destartalados, no pudo alcanzar el vuelo. Recapturados, fueron internados en la base naval Almirante Zar. Una semana más tarde, 16 de ellos recibieron ráfagas de metralletas, instaurando un precedente en los casos de crímenes de lesa humanidad en Latinoamérica, que hasta ahora no ha llegado a condenar a todos los culpables.

Durante ese fatídico agosto el periodista Tomás Eloy Martínez dirigía el semanario Panorama y su publicación no sería ajena al reciente acontecimiento. En primera instancia, todos los diarios informaron que un enfrentamiento armado entre prisioneros y oficiales, a razón de un intento de fuga, dejó un saldo impreciso de muertos y heriros. Otro cable abría la posibilidad de que los insurrectos caídos fluctuaban entre 13 y 16. Martínez, viejo zorro descreído de las versiones oficiales y de las publicaciones que seguían a coro los asolapados mandatos “de arriba”, no se tragó el cuento. Sobre todo porque la reciente fuga y la captura de los guerrilleros evadidos siete días antes aparecía como una afrenta para los militares y la policía. Otra causa que originó la actitud suspicaz de Martínez fue que en el intento de fuga, tiroteo de por medio, ningún oficial resultó herido, ni siquiera con un rasguño.

En su texto del 23 de agosto, que desentonaba con todas las informaciones propaladas, Martínez iba al frente y publicaba lo siguiente: “Un Estado que tiene fe en la eficacia de la justicia no puede responder al terror con terror. Cuando un Estado elige el lenguaje del terror, destruye todo lo que le da fundamento – instituciones, valores, proyectos de futuro – e impregna de incertidumbre la vida de los ciudadanos. La sangre de los prisioneros de Trelew podría cerrar el camino hacia la democracia que el gobierno ha prometido”. Consecuencia: el 24 de agosto Martínez se quedó sin trabajo. Un oficial de las fuerzas armadas llamó al dueño de Panorama sugiriendo el despido del periodista.

Dos meses más tarde, Martínez viajó a Trelew para conocer la verdadera historia de las muertes en el penal. La sorpresa que se dio fue grande al ver que toda la ciudad se encontraba en estado de rebelión por la detención de 16 personas y el allanamiento de 100 viviendas a manos de contingentes militares y policiales. El pecado de los habitantes de este poblado fue estrechar lazos fraternales con los familiares de los presos que visitaban a sus seres queridos desde el tiempo en que el reclusorio se convirtió en un centro de encierro para presos políticos. Además, por manifestarse, consternados, ante la evidente matanza de los 16 guerrilleros.

Estos dos hechos – el fusilamiento de los guerrilleros y la detención de ciudadanos inocentes – marcó la vida periodística de Martínez que en 1973 publicó La pasión según Trelew, un trabajo de investigación periodística que revela los preparativos de la evasión y las causas de su frustrado objetivo, los momentos de angustia que vivieron las personas arrancadas de sus casas, los motivos reales de la matanza y la impunidad que hasta ahora cubre varios de los responsables, etc.   

La pasión según Trelew tiene una narración in crescendo que reconstruye los hechos presentándolos cronológicamente sin dejar vacío alguno. Martínez hace un trabajo cuidadoso de manejo de fuentes y cruza versiones sin dejarse influir por las declaraciones de los entrevistados. Es decir, relata, demuestra y ofrece testimonios sentidos pero ejerce más como un observador que como un agente participativo. Por otro lado, la cobertura de un tema polémico como la matanza de los guerrilleros le permite abrir un camino diferente en su investigación: la indignación de la gente que vive en Trelew. Este hecho – que en su momento no fue cubierto por la prensa de la capital argentina – acerca al lector hacia una realidad ajena y lo pone en un lugar de privilegio al mimetizarlo a través de los reclamos de la gente inocente. Martínez también muestra fuentes documentales como actas, encuestas, entrevistas y comunicados que respaldan pasajes de su investigación. En general, el libro tiene un lenguaje preciso que engancha y un enfoque que no cae en los juegos de la repetición de la noticia.       

La última edición de La pasión de Trelew, publicada en 2009, ha sido corregida y aumentada debido a los avances en las investigaciones judiciales para hallar a todos los autores materiales e intelectuales de la matanza. El nuevo prólogo de Martínez y un epílogo a cargo de la periodista Susana Viau – encargado por el autor para mostrar una visión más actualizada de los hechos – detallan la responsabilidad y participación de Lanusse, y del capitán de corbeta, Luis Emilio Sosa – acusado  de dar la orden de fusilamiento –. Este libro es altamente recomendable no solo por su tratamiento periodístico sino porque es una buena herramienta contra el olvido, 40 años después.  

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