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Foto: Dieter Castañeda |
Por
Raúl Ortiz – Mory
La relación entre
Latinoamérica y los Estados Unidos es única, compleja, simbiótica y tirante. La
inmigración es el escenario que mejor grafica esta relación. Diego Fonseca y
Aileen El – Kadi han editado ‘Sam no es
mi tío’, un libro que agrupa textos de escritores, ensayistas y periodistas
que, en su mayoría, están escritos en clave de crónica y que cuentan historias
de hombres y mujeres latinoamericanos que tiene algún tipo de relación con los
Estados Unidos. Esta publicación está despojada de los estereotipos que venden
los medios tradicionales y la mirada política convencional que los gobernantes
suelen dar. ‘Sam no es mi tío’ es un
lujo por la calidad, y cantidad, de las plumas reunidas y por los ángulos que
ofrece cada uno de sus textos. En la siguiente entrevista Diego Fonseca cuenta
cómo fue la producción del libro y da una mirada personal al tema de la inmigración
en el contexto del trato entre Latinoamérica y los Estados Unidos.
¿Cómo
se forja la idea de hacer ‘Sam no es mi tío’?
La idea de ‘Sam no es mi tío’ nace cuando Wall Street y
George W. Bush se metieron en mi cama matrimonial. Me mudé de México a Miami para dirigir una
revista de economía, me casé y me fui con mi mujer de luna de miel. Poco antes
del viaje, Bush habló ante el Congreso y expuso el State of the Union y la Bolsa se desplomó, era principios del 2008.
Un domingo durante el primer día del viaje matrimonial sonó el teléfono. Del
otro lado de la línea la gente de la revista me comunicaba que se declaraban en
quiebra, con lo cual yo me quedaba sin trabajo. Entonces me planteo la idea de escribir
toda esta historia y empiezo a buscar medios en español en los Estados Unidos
dónde pueda publicar esta crónica. No encuentro medio alguno, lo que llevó a
preguntarme qué están haciendo los escritores de ficción y de no ficción
latinoamericanos en los Estados Unidos. Muchos de ellos estaban trabajando para
medios latinoamericanos o de España. Como editor pensé que hacía falta agrupar a
estos autores y ordenarlos en algún tipo de publicación, y allí emergió ‘Sam no
es mi tío’ como proto-proyecto.
Me mudé a Washington y allí Aileen El-Kadi me contacta
desde la Universidad de Texas, donde estaba editando un libro sobre narcotráfico,
que yo había seguido durante mi estancia en México, y me pidió que escribiera un
ensayo. Mientras conversábamos le conté la idea del proyecto inicial y una
semana después comenzamos a producirlo. El libro empezó a prepararse en
septiembre de 2010 y terminó de completarse con la crónica de Jon Lee Anderson
entre fines de 2011 e inicios de 2012.
¿Cuál
fue el criterio para elegir a los autores?
La idea fue tener un arco, lo más amplio posible, de
autores latinoamericanos que hayan vivido en Estados Unidos, que estén viviendo
en Estados Unidos o que nunca hayan vivido en ese país, pero que tengan algún
tipo de relación muy cercana. Partimos del hecho de que era imposible que un
latinoamericano no tenga una lectura simbólica o práctica de lo que significa los
Estados Unidos para Latinoamérica. El proyecto se concentró en contar con
escritores de no ficción, escritores de ficción y académicos; todos debían mirar
a los Estados Unidos desde la crónica periodística – aunque también se hicieron
textos bajo la estructura del relato de ficción, la semblanza, el testimonio,
el ensayo. Queríamos utilizarla como una herramienta, como si fueran todos buzos
de profundidad: el autor se lanza al río, escarba y observa lento, y recoge lo
más preciado que pueda hallar.
Otro criterio fue contar con cierta diversidad
geográfica. Si México aporta la mayor cantidad de inmigrantes a los Estados
Unidos, el libro también debía contar con la mayor proporción de autores. Brasil
es la potencia emergente de Latinoamérica y también debía tener un peso
importante.
Es muy difícil dar una una explicación completa sobre los
Estados Unidos, pero intentamos tener una mirada madura desde diferentes
ángulos. El libro logra este objetivo con bastante equilibrio. No nos
interesaba realizar un libro de análisis político ni un sumario de críticas ideológicas
sino retratar las tensiones de Estados Unidos y los migrantes latinos a partir
de la vida cotidiana, donde se expresan mejor las contradicciones y los conflictos.
Quizá
tiene una vena más tragicómica o de paradojas cargadas de humor
Creo que muchos de los textos tienen una fuerte carga
irónica y le dan otra mirada a lo que podría verse usualmente como un tema
político. El gran valor de la crónica es operar como una bomba de sentidos. El
autor siempre tiene un compromiso subjetivo con el texto, donde puede plasmar
su valoración de las cosas. La crónica bien hecha incluye esa valoración pero no
como un decálogo de principios políticos sino a través de historias con varias
capas de profundidad. La historia de Joaquín Botero, ‘Cuchilleros’, por
ejemplo, es el retrato de una lucha de clases en una tienda de venta de quesos
donde el autor trabaja: se pelean entre latinos y gringos, claro, pero también
se expresan las tensiones entre los mismos latinos. Allí tienes un mundo en
conflicto, vivo y difícil, que expresa parte del mercado laboral en Estados
Unidos. Mientras, por otro lado, tienes una historia romántica como la de
Camilo Jiménez, que nunca viaja a Estados Unidos, pero construye una
idealización de New York y Manhattan a partir de la industria cultural y de las
nuevas tecnologías. La fuerza emotiva de esa historia es también parte del
mismo caleidoscopio donde está la crónica de los cuchilleros: la vida, la
historia pequeña y personal, con el relato de fondo de la Historia en
mayúsculas por detrás.
¿Cómo
fue el trabajo de selección de los autores y de los textos?
Inicialmente fueron 100 autores entre los que tuvimos que
elegir. Al principio pensamos en hacer el libro con 10 y terminamos en 24, que
fácilmente pudieron ser los 100 del comienzo, pero hubiera sido una publicación
muy difícil de manejar. Con Aileen no hubo grandes problemas para producir el
libro, tan solo unos pocos momentos de tensión propios de los procesos de
edición. Pero en general, la relación ha sido tranquila y cómoda. Somos buenos
amigos.
¿Quedaron
conformes los autores con el trabajo de edición?
La mayoría me conocía como editor: saben que soy severo
pero justo. Como editor periodístico creo que hay que entrar en el texto para
agarrar su vena, apretarla y dejar que fluya toda la sangre que tiene, en el
sentido de la fuerza y energía que puede contener un texto. Si algo debo decir
es que si bien entre los autores hay muchos ganadores de premios y reconocimientos
internacionales, nunca tuve problema alguno con ellos. Tipos como Jon Lee
Anderson que desde el inicio aceptó participar y en pleno momento de la
persecución a Gadafi, cuando Anderson estaba en Libia, me escribió diciendo que
lo espere unos días para poder entregarme su texto, es decir, a ese nivel de
compromiso llegaron los autores. Otros textos, como el ensayo de Jorge Volpi,
llegaron redondos, quizá se le hicieron un par de correcciones de tipo
cosméticas. En otros casos hubo más diálogo con los autores porque sus
historias tenían una buena médula pero sucedía que el núcleo estaba en una historia
secundaria.
¿Cuántos
de los textos han sido escritos exclusivamente para el libro?
Excepto el de Santiago Roncagliolo y el de Juan Pablo
Meneses – este último está retocado en comparación del que publicó antes –
todos los demás son inéditos, producidos específicamente para el libro.
Del
texto de Guillermo Osorno, ‘Venimos como una gran familia’, que se
contextualiza en un partido de fútbol entre México y los Estados Unidos, se desliza
la heterogeneidad de Latinoamérica, algo que podría asociarse a lo que dijiste
el día de la presentación del libro en Lima: “la latinidad concreta no existe”
¿Crees que así aprecia la sociedad de los Estados Unidos a los latinos?
Me da la impresión de que en aquellos estados que no ven
con buenos ojos el tema de la inmigración y donde los latinos son fuerza bruta
o, mejor dicho, donde se ven ante la imposición de trabajar en oficios que
nunca han ejercido cumpliendo tareas de baja calificación, se les ve como una
suerte de ciudadanos de segunda clase, a veces ni siquiera se
les considera ciudadanos. Daniel Alarcón, a través de su texto ‘Aquí está bien’,
narra cómo se abusa de un inmigrante que trabaja de albañil y que es contratado
por americanos.
En otras ciudades creo que se está empezando a hacer una
relectura del rol de los inmigrantes, que también depende mucho de dónde se
sitúe cada americano para poder entenderlo. No me atrevería a decir que hay una
sola lectura del inmigrante latinoamericano en los Estados Unidos. En ámbitos
más culturales se entiende a América Latina como una zona muy diversa,
multicultural y multirracial. La historia de Guillermo Osorno está en sintonía
con ello porque no solo muestra la relación entre los americanos y los
mexicanos, sino que entre los mexicanos entre sí; además se muestra cómo las
mismas diferencias de grado de instrucción y de posición social que se tiene en
México se reproducen en la tribuna donde están reunidos todos los mexicanos:
los de clase alta y los de clase baja. Eso se ve mucho en California, por
ejemplo.
En
el texto de Edmundo Paz Soldán se retrata algo distinto. Cuenta su historia. La
de un estudiante boliviano que llega para formarse en una universidad del sur
de los Estados Unidos – quizá la zona más racista del país – gracias a una beca
en deportes. Una historia que se mueve en otro plano, distinta al inmigrante
convencional.
Ese tipo de enfoque es una de las riquezas del libro. No
solo se limita a la agenda explícita de la relación entre los Estados Unidos y
Latinoamérica, que pasa por la inmigración. Para nosotros, como editores, el
enfoque del libro debía estar más allá de lo que siempre se ve en los medios.
Además tiene algo sustancial que es tratar de explicar la relación entre los
hispanos y los Estados Unidos a partir de lo cotidiano con historias de vida
donde cualquiera que las lea se pueda identificar con alguna de ellas o con
fragmentos de las mismas, lo que te lleva a salirte de la agenda que ya se
conoce y que puede servir como identificación para cualquier inmigrante de
cualquier parte del mundo, o de aquellas personas que llegan a un lugar nuevo y
deben adaptarse socialmente a una realidad ajena. El libro hace una separación
entre la coyuntura y lo estructural que se da cuando todo inmigrante se
enfrenta a la confrontación de la idealización del espacio que imaginaba y la
realidad que vive.
También
has dicho que la sociedad norteamericana está viviendo una especie de
impostación de lo políticamente correcto.
Esa es una opinión completamente personal que tengo.
Excepto en determinados lugares de los Estados Unidos creo que se ha perdido
cierto gusto por la ironía y la acidez en las relaciones humanas. Creo que los
Estados Unidos, a partir del nuevo conservadurismo que inició el gobierno
anterior y los atentados del 11 de septiembre, se volvió en muchos lugares una
nación menos democrática y en ciertos estados se siente una reducción de las
libertades de las personas, una especie de militarización en los tratos
sociales. Ello ha generado que ahora tengamos que pensarlo más de dos veces al
momento de hacer una broma. Claro que esto tampoco es absoluto. Urbes como New
York son más abiertas, mientras que en las zonas más profundas del interior las
cosas son distintas, son más conservadoras.
La relación entre el trabajador americano y el
latinoamericano está muy afectada por la situación socioeconómica que se vive
en la actualidad. Si los Estados Unidos no estuvieran en crisis, no creo que
los americanos estarían tan preocupados por los latinos.
¿Cómo
ven al cronista latinoamericano en los Estados Unidos?, ¿existe?
No que me conste, al menos como movimiento en general.
Creo que se le está prestando atención a algunas voces que surgen. Por ejemplo,
Edmundo Paz Soldán está siendo traducido al inglés. También es el caso de Jorge
Volpi. Por ejemplo, la atención que se ha dirigido a Junot Díaz o a Daniel
Alarcón reconoce, en cierta medida, la cuestión latina. Aunque son dos personas
que escriben en inglés y viven en los Estados Unidos. Si bien ha ganado en masa
crítica y en presión demográfica, la comunidad latina todavía no ha sido
observada lo suficiente por la industria cultural norteamericana más allá de
los estereotipos. ‘Sam no es mi tío’ es una buena oportunidad para mostrarle a
la industria cultural americana que somos muchos latinos que pensamos de
determinada forma sobre la relación entre las dos partes.
En
el plano profesional ¿Cómo se hace para pasar del periodismo de economía al
tema de la crónica y también escribir ficción?
Todo esto no es nuevo. Escribo ficción desde los 20 años,
pero nunca publiqué. Recién en el 2009, por recomendación de mi mujer, creé un
blog donde ponía algunos textos de ficción. A partir de ello una editorial en
Argentina se interesó por lo que había escrito y decidió publicarme algunos
relatos. Ahora mismo estoy editando material viejo, estoy por publicar dos
libros de relatos y también en la segunda lectura de una novela que he
terminado.
En el caso de la crónica, si algo distinto tuvo América
Economía es que introdujo el modo del story
telling americano en la escritura sobre negocios latinoamericanos. La forma
en que me vinculo con Julio Villanueva Chang se da cuando Julio lee un texto
mío de la última página de una edición de América Economía que se llamaba Línea
Directa. En esa página cuento un viaje hecho al Cusco donde escucho una
conversación entre dos congresistas que hablaban de la globalización como un
invento gringo, también habían unas monjas francesas, un muchacho que leía la
revista Barcelona de Buenos Aires, un indígena peruano, un europeo dando
vueltas, etc. Este texto que le gustó a Julio podía leerse como una mini
crónica de 600 palabras.
Además en la revista también escribíamos perfiles, no es
que lo que hago ahora sea algo completamente nuevo. Lo que pasa es que he dejado
de escribir sobre economía pero desde otro punto de vista. El texto que hice
para ‘Sam no es mi tío’ trata sobre un hombre de origen latino que cae en
desgracia económica a causa de la reciente recesión. Es una historia con un
tema económico de fondo, pero está escrito de una forma en que he utilizado las
técnicas de la ficción.
¿Qué
nuevos proyectos tienes en camino?
En ficción, a fin de año publican en Argentina una novela
que escribí hace mucho tiempo: una revolución de marcianos en un pueblo hundido
en soja en la pampa argentina. Está en lectura otra novela, que terminé de
escribir a fines de 2011. Trata sobre la imposibilidad de la libertad absoluta,
el ejercicio de la impunidad como camino hacia la libertad y la locura como un
campo de experimentación de esa supuesta liberación.
En no ficción, he sido contratado como especialista
senior por la Corporación Interamericana de Inversiones, miembro del Grupo BID,
para dirigir sus proyectos de comunicación. Como parte de ello, trabajo en la
edición de un libro de 15 a 20 perfiles y crónicas sobre el impacto en el
desarrollo de los recursos que se prestan a las pequeñas y medianas empresas en
América Latina y el Caribe. La idea es retratar cómo esos recursos llegan al
final del camino, de qué manera han cambiado la vida de las personas. En ese
libro estarán cronistas como Julio Villanueva Chang, Leila Guerriero, Alberto
Salcedo Ramos, Marcela Turati, Edmundo Paz Soldán, entre otros. Y me
acompañarán como co-editores ejecutivos Lizzy Cantú, editora adjunta de ‘Etiqueta
Negra’ y Camilo Jiménez, ex editor de ‘El Malpensante’. Si todo sale de acuerdo
a lo planeado estaría publicándose en la primera mitad de 2013. No había en
América Latina un producto que emplease la crónica como herramienta para narrar
la economía y el desarrollo en la región. Y no sólo me parece una apuesta
inteligente sino que demuestra que los límites de los textos de largo formato
no están trazados en ningún mapa.
- Más datos sobre Diego
Fonseca en www.diegofonseca.com
Sería bueno una crítica de "Raro" de Cisneros. En lo personal, el problema es la narrativa tan simplona y una historia común sin estallidos.
ResponderEliminarRenato León.