jueves, 21 de febrero de 2013

Los nuevos bufones del reino



Por Raúl Ortiz - Mory
Owen Jones es un periodista inglés que ha publicado el estudio titulado Chavs. La demonización de la clase obrera. Este libro está considerado como uno de los mejores análisis de la sociedad británica actual. Sus punzantes críticas a los lineamientos económicos de los dos partidos políticos más importantes de la Gran Bretaña, y a las consecuencias que han acarreado en la población, están sustentadas por cifras y testimonios que ayudan a entender cómo una de las sociedades más prósperas del planeta está dando tumbos por un camino de incertidumbre a todo nivel.


Chav es un término peyorativo referido a la subcultura de la clase trabajadora inglesa asociada, por lo general, a los jóvenes. Estas personas viven subvencionadas por el estado británico y habitan viviendas asistidas. Se visten con ropa deportiva de marca, gorras a cuadros y joyería de imitación bastante llamativa. A menudo son tratados como sinónimo de clase trabajadora obrera. No pertenecen a una subcultura claramente reconocible como, por ejemplo, los punks o los rockers, por lo tanto, nadie se identifica con ella. Casi siempre es un insulto. Como tal, su significado exacto varía dependiendo de quién lo diga y del contexto en que se utilice. Lo que es innegable es que se emplea de forma clasista, como refleja el libro de Jones.

El joven autor británico argumenta con diversos ejemplos – la comparación de la cobertura mediática entre la desaparición de las niñas Shannon Matthews y Madeleine McCann, la imposibilidad de acceder a una vivienda digna, los nuevos empleos corporativos que generan bajos salarios, el acceso restringido a una educación de calidad, entre muchos – cómo esta clase social goza del odio de una parte importante de la cultura británica actual. Jones explica que el rechazo y la reprobación están presentes en los periódicos, telecomedias, películas, foros de Internet, redes sociales y conversaciones cotidianas, lo cual tiene detrás a los medios de comunicación con la finalidad de alcanzar fines políticos.

Jones trabaja su libro partiendo de la premisa que los Chavs no pertenecen a un fenómeno aislado. En parte es producto de una sociedad con profundas desigualdades. Explica que el ascenso al poder de Margaret Thatcher, en 1979, marcó el comienzo del final de los pilares de la clase trabajadora británica. Sus instituciones como los sindicatos y las viviendas de protección oficial, fueron desmanteladas; se liquidaron sus industrias, desde las manufacturas hasta la minería; sus comunidades quedaron en algunos casos, destrozadas y nunca más se recuperaron; y sus valores, como la solidaridad y la aspiración colectiva, fueron barridos en aras de un férreo individualismo.

El autor acusa a la Dama de Hierro de querer acabar con la idea de que la gente podía mejorar sus vidas mediante acciones colectivas. Eso haría que cada persona se sintiera responsable de sus triunfos y fracasos de manera exclusiva. El thatcherismo, expone Jones, promovía una cultura que se medía por lo que uno poseía. La aspiración ya no consistía en que las personas trabajaran en conjunto para mejorar sus comunidades, se estaba redefiniendo cómo conseguir más para uno mismo, sin importar los costos sociales.

Sin embargo, Jones no solo culpa a la lideresa del Partido Conservador y sus reformas. También le echa el guante al Partido Laborista – identificado históricamente con la clase trabajadora – que Tony Blair y Gordon Brown encabezaron sucesivamente hasta hace poco. Si bien reconoce que los gobiernos laboristas introdujeron todas las grandes reformas del período de posguerra a mediados del siglo XX, que mejoraron la suerte de la clase obrera – desde la seguridad social hasta los derechos de los trabajadores –, la tragedia para los Chavs comenzó cuando el Partido Laborista empezó a tener una visión negativa de la clase trabajadora.

A través de programas como su innovación del Estado de bienestar, los laboristas han propagado la caricatura Chav difundiendo la idea de que la gente es pobre porque no tiene una pizca de moral. Estas opiniones parecen más duras que las de los políticos tories, los partidarios de Thatcher. La cantidad de estudios estadísticos y cifras comparativas que brinda Jones son pruebas que afina claramente al momento de exponer sus ideas. No cae en un discurso reaccionario ni polariza sus argumentos. Por el contrario, a través de casos mediáticos de relevancia, demuestra y desnuda las falencias morales de la sociedad británica y de los dos principales partidos políticos de la Gran Bretaña.  

Para Jones, la caricatura sobre los Chavs también está muy influenciada por la televisión, a través de series que no intentan explicar los orígenes y el contexto que generaron esta supuesta nueva clase de ciudadanos, sino que se limitan a la mofa de sus vivencias como si fuesen las atracciones de un circo de rarezas. Son los mismos medios, para Jones, los que promueven estilos de vida, deseos y oportunidades únicas de los ricos y poderosos entre la población, como si fuesen el modelo a seguir. Explica que todo estilo forma parte de la redefinición de la aspiración, al convencer a la gente de que la vida consiste en comprar un coche y una casa más grandes y darse la gran vida en algún paraíso tropical privado.

“La gente común que observa esos programas se siente inepta. A quienes no luchan por alcanzar estos sueños se les considera ´faltos de aspiración´ o, directamente, fracasados. Los sueños y esperanzas de las clases trabajadoras, sus familias, sus comunidades, cómo se gana la vida, todo eso no existe para la televisión”, manifiesta el periodista. Su ensayo establece que cuando asoma gente de clase trabajadora por la pantalla, normalmente es en forma de las caricaturas inventadas por productores y cómicos ajenos a la realidad de estos amplios sectores sociales.

En definitiva, Chavs. La demonización de la clase obrera, es un libro imprescindible para conocer, entender y reflexionar acerca de la Gran Bretaña – y Europa en general – que se resquebraja ante un sistema económico que poco tiene que ver con el bien comunitario y que mira de forma ambiciosa a los seres humanos como máquinas que pueden ser reemplazadas en cualquier momento, sin las más mínimas consideraciones laborales y morales. ALTAMENTE RECOMENDABLE.

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