Por Raúl Ortiz – Mory
Una de las películas más prestigiosas y reconocidas de la
profusa filmografía de Jean-Luc Godard es Pierrot
le fou (1965). Los motivos son varios. Desde la experimentación en el tratamiento
narrativo, la hibridación de géneros cinematográficos, la propuesta
contestataria en tiempos de cambios sociales, el aura poética a nivel visual y
de los diálogos, la profundidad a partir de una historia sencilla, hasta la
elección audaz de las referencias artísticas.
Basada en la novela de Lionel White, Obsession (1962),
Pierrot le fou narra la historia de una pareja integrada por un inconforme
maestro de lengua Ferdinand Griffon (Jean Paul Belmondo) y una muchacha, Marianne
Renoir (Anna Karina), que tiene problemas con una banda de traficantes de
armas. Él está casado con una mujer italiana que forma parte de la burguesía
parisina. Sin embargo, Ferdinand no se siente a gusto en ese entorno; el tipo
de vida de la gente que frecuenta le parece vacío, insustancial y alienado. Una
noche, regresa aburrido de una fiesta, donde supuestamente conocería a un
empresario que relanzaría su carrera en la televisión, y decide llevar a casa a
la niñera, Marianne, que está cuidando a los hijos de su cuñado.
Ambos, cinco
años antes, habían mantenido una relación amorosa en la que ella le llamaba
Pierrot. Así, entre conversaciones que rememoran el idilio pasado y sus
respectivas vidas en el presente, deciden fugar hacia el sur de Francia,
dejándolo todo para emprender un viaje liberador sin algún tipo de límite.
Durante el accidentado periplo – donde robos, asesinatos y estafas serán parte
de la ruta –intercambiarán puntos de vista sobre el amor, la vida, las
relaciones humanas, las aspiraciones del hombre y las presiones sociales, a
través de diálogos divertidos, irónicos, reflexivos y melancólicos.
Godard utiliza a la pareja para sentar un punto de vista
sobre la libertad del hombre y su rol en la sociedad. La historia que narra el
cineasta se aleja del texto de White, en cierta medida. La novela noir pasa a ser una excusa para develar
un romance existencialista que comprende a dos personas que buscan un propósito
común a partir de caminos distintos: Él pretende despojarse de las etiquetas
sociales desde sus elucubraciones iniciadas en los planos artístico y
filosófico, mientas que ella vive a tope – en búsqueda de diversión y con
ciertas acciones de ambigüedad superficial – sin importarle el mañana. Además,
el realizador aprovecha su trabajo para criticar abiertamente, con ironía y
mofa, la intervención de los países occidentales en los conflictos bélicos.
Pierrot le fou es
un clásico que después de 50 años guarda vigencia. Más allá de la turbulencia
social que experimentó Europa en la segunda parte del siglo XX, la película de
Godard puede apreciarse como el reflejo de tiempos recientes, y, quizá, de
muchos años venideros.
* Una versión editada de este texto apareció en la revista Vértigo, publicación oficial del Festival de Cine de Lima. http://www.festivaldelima.com/2014/wp-content/uploads/2013/08/vertigo-4-web.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario