Por Raúl Ortiz – Mory
Ciudadano
Kane encabeza muchas listas de las mejores películas de la historia. Cada
cierto tiempo se cuestiona este sitial aunque solo para rebajarlo al segundo o
tercer lugar. No podría imaginársela raspando el ingreso a un top five, en el
peor de los casos. Su magnitud también ha servido de inspiración para nuevas
cintas, sea por su innovación técnica o por la forma de retratar a un personaje
megalómano. RKO 281 es un filme que,
en clave de ficción, narra la historia de la realización de CK y explora la
personalidad de su creador, Orson Welles.
RKO 281 no es la biografía de quien fue
considerado un chico prodigio por sus montajes en Broadway o por haber tenido
en suspenso a los estadounidenses al emitir su pieza radial La guerra de los
mundos, la cinta de Benjamin Ross es un recuento de sucesos en torno a cómo se
gestó CK, desde la idea que sirvió de disparador hasta el momento de su
proyección al gran público. Al recrear varios aspectos de la vida de Welles y
su obra, Ross no cae en el error de dar preponderancia a una sola arista, logra
un equilibrio que ayuda a leer la película desde diversos puntos de vista.
Destaco dos
de ellos que a mi parecer sostienen toda la cinta. El primero es la eficaz
construcción de la figura de Welles y su arrolladora personalidad. Ross logra
transmitir las experiencias del geniecillo sin agotar el recurso de la
repetición de acciones en que Welles sale airoso. Un especie de héroe rebelde
con ínfulas de autosuficiencia que no llega a ser antipático, por el contrario,
hace que el espectador se identifique y vea en él al hombre que siendo parte
del sistema se rebela al mismo. El
perfeccionismo, la terquedad y el verbo florido del personaje lo hacen
encantador.
Liev Schreiber
interpreta a Welles con una actuación solvente que destaca por su performance en
escenas de corte cómico y también en aquellas en que se torna en un hombre
siniestro y atribulado. Quizá su apariencia física no sea la más cercana a la
de Welles – a excepción de la estatura – pero su accionar justifica cualquier
distorsión corporal. Algunas escenas destacables de Schreiber corresponden al
rodaje de CK: en un arrebato con un hacha hace un hoyo en el piso para que una
cámara quepa en este y así logre el encuadre ansiado o cuando una frase es
repetida 56 veces para concretar una escena.
El otro
punto de vista que Ross expone con naturalidad y como reflejo del tiempo en que
se rodó la película original es el de la presión económica y social sobre la
libertad de expresión. William Randolph Hearst fue la personalidad retratada
por Welles en CK, lo que supuso que el magnate de la prensa coaccione a los
dueños de los grandes estudios y los distribuidores con la intención de que la
cinta de Welles no vea la luz. Ross escarba en una cara distinta a la que
Hollywood proyecta y lo hace a un ritmo ascendente, parecido al de una película
cercana al cine negro.
La lectura
de la presión de la plutocracia sobre un director debutante que se quiere comer
el mundo y que no cree en vacas sagradas, es una realidad que todavía se puede
ver aunque con menor frecuencia en el cine de los Estados Unidos. Ahora la
presión tiene mayor presencia al momento de rodar documentales que denuncian
las malas prácticas laborales de las grandes corporaciones.
RKO 281 tiene un reparto heterogéneo integrado
por John Malcovich, Melanie Griffith y James Cromwell, que no flaquea en ningún
momento y que da vida a un grupo de criaturas atormentadas por el alcohol y el
poder. La cinta de Ross, que fue producida por Ridley Scott para la cadena de
televisión HBO, es una buena excusa para volver a ver CK, pero también es una
buena justificación para conocer a uno de los creadores más importantes de la
historia del cine. RECOMENDABLE.
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