Por Raúl Ortiz - Mory
Samuel
Fuller figura entre los grandes directores de la historia del cine que también ha
rendido homenaje al periodismo. A los 17 años, fue reportero de la página
policial del diario New York Graphic, una sección de iniciación y culto para la
mayoría de hombres de prensa. Parte de esa experiencia sirvió para incubar el
germen que, 23 años después, daría vida a Park
Row. A continuación, una crítica a esta película con motivo de los 100 años
del nacimiento del cineasta americano.
Esta cinta
es un homenaje a los albores del periodismo americano contextualizado a fines
de la segunda mitad del siglo XIX. El reconocimiento a Horace Greeley, director
de The New York Tribune – el diario más importante de los Estados Unidos de
aquel tiempo –, y a la figura de Benjamin Franklin, como paladines de la
libertad de expresión y la práctica del periodismo serio, es más que notoria.
Más allá de
la mirada romántica que desliza en sus 83 minutos de proyección, Park Row (1952) es una película que tiene un alto valor cinematográfico a
nivel narrativo. Fuller, un experto contador de historias, se da maña para
partir de una historia central – la fundación de un diario a cargo de un
periodista que sueña con que su medio sirva a la sociedad – que va
desarrollando múltiples conflictos secundarios.
En Park Row también hay una historia de
amor, un sutil mensaje político de la relación entre los Estados Unidos y
Francia, una exposición sobre la soledad del hombre idealista, las relaciones
humanas a través de la lealtad y la traición, es decir, diversos discursos que
se sirven del pretexto periodístico para mostrar una época y el inicio de la
transformación de una sociedad moderna.
Otra de las
fortalezas, respecto al trabajo narrativo del director, tiene que ver con los
planos secuencias que realizó Fuller. Al inicio de la película, la cámara sigue
al protagonista sin dejar de marcar detalles de la vía donde transcurrirá la
acción de casi toda la cinta. La ubicuidad y la constante reafirmación de la
importancia de la calle donde se producen los periódicos es un tema aparte para
Fuller, que la recorre cual mirador omnisciente.
Las largas
escenas que filma el realizador en las locaciones del bar y del periódico The
Globe donde se ‘cocinan’ las portadas,
están respaldadas por buenos diálogos donde el registro interpretativo de
los protagonistas, Gene Evans y Mary Welch, se distingue por la fuerza
y el carácter de los actores. Un guión a la altura de la dirección y la
producción; en los tres casos obras de Fuller.
La ambientación y la adaptación de la época es otro de
los puntales de la película. El vestuario, los medios de transporte, la figura
del linotipo como símbolo de la imprenta, las fachadas de toda la calle Park
Row y los oficios de las personas, guardan una fidelidad absoluta casi 80 años
después. Fuller es un
delineador del tiempo. Grafica al hombre del siglo XIX y lo muestra enfrentando
los desafíos de su época: la automatización de los procesos industriales y el
riesgo de suplantar la mano de obra.
Park Row es una
estampa del periodismo
idealista despojada de estímulos monetarios que se incrusta en un ambiente
bohemio. Es una cinta que tiene buenos momentos de humor y chispazos de
dramatismo, que explota travellings, picados y claroscuros, pero que en esencia
es un homenaje a las figuras de Greeley,
Bennett, Bryant, Dana, Pulitzer, Hearst y Scripps, pioneros de la prensa
americana.
Este artículo se publicó originalmente en la revista de cine Godard! edición 31.
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