Por Raúl Ortiz - Mory
La Orquesta
del Titanic (LODT), el disco a cuatro manos realizado por Joaquín Sabina y Joan
Manuel Serrat, es una de las peores colaboraciones hechas entre dos figuras
mayores del canto en lengua castellana. La unión de los dos cantautores
españoles había llenado de expectativa al público y a la crítica, eran muy
pocas las voces que dudaban de un gran resultado debido a los pergaminos de
ambos artistas. No obstante, ni los antecedentes ni los nombres ilustres salvan
esta placa, aunque haya ganado discos de oro.
LODT es
pretencioso en el plano musical y predecible en el contenido de sus letras. El
alma canalla de Sabina asoma aplastada por una orquestación de instrumentos que,
a ratos, suena más a big band, donde
la voz del andaluz se pierde sin remedio. La cadencia de Serrat también
naufraga, cual Titanic, y sólo sale a flote cuando empieza a entonar alguna
pieza lenta. Da la impresión que mientras la música corre los 100 metros planos,
los cantantes están batallando en un maratón.
El productor
del disco, Javier Limón, hace un gran esfuerzo por armar un ambiente propicio
que muestre a Sabina y a Serrat como figuras renovadas, quizá frescas. Pero fracasa.
Nada que ver con uno de sus anteriores trabajos: ‘Tinta Roja’ de Andrés
Calamaro, donde el ambiente remozado que creó sí contrastaba adecuadamente con
el aire vetusto del tango arrabalero.
En buena
parte de LODT se recrea un mundo sui generis donde Sabina y Serrat suenan
descolocados, desnaturalizados. Si la intención de Limón fue reinventarlos musicalmente,
la propuesta se cae de madura porque en lugar de juntar las huellas de ambos para
identificar algo genuino pero de sello, termina por crear un híbrido que juega
a bala perdida.
Eso en buena
parte, porque hay dos canciones que sí tienen el ADN musical de Sabina. El primero, ‘Después de los despueses’ una reformulación
de ‘19 días y 500 noches’ del disco que lleva el mismo nombre. El otro tema es
Dolent de mena (Malo por naturaleza), único corte entonado en catalán, marcado
por ‘Dos horas después’ del disco ‘Alivio de luto’, con una evidente influencia
de Leonard Cohen, admirado por el español. Quizá estos sean los temas más
rescatables de los 11 que componen LODT.
Mejor
resultó la colaboración entre Fito Páez y Sabina en 1998 con ‘Enemigos íntimos’.
El rosarino puso la música y el andaluz las letras aunque el proceso de grabación
para esa ocasión, a criterio de Sabina, fue tortuoso por el perfeccionismo del
argentino. Sin embargo, el resultado final es pulcro y sin reparos. En cambio LODT
es un disco donde dos amigos juguetean, no ponen rigurosidad, escriben sin
norte y dejan que la nave vuele con piloto automático.
No se ve
mucho la mano de Serrat en las letras. Parece que el calatán ha sido muy
complaciente con Sabina y lo ha ‘dejado ser’. Ello ha generado que LODT tenga muchas
palabras y frases reconocibles del cancionero sabinero, pero sin un sentido
evolutivo, sino en una orientación repetitiva ¡Cómo se extraña al flaco de ‘Física
y química’, ‘Esta boca es mía’ ‘Yo, mi, me, contigo’ y ’19 días y 500 noches’¡
Al menos
queda la esperanza que la segunda parte de la gira latinoamericana que promociona
a LODT, llamada ‘Dos pájaros contraatacan’, brinde un espectáculo de alto nivel –
como lo fue ‘Dos pájaros de un tiro’ – y no se llegue a cantar todo el disco completo. Mejor
sonaban las letras de Serrat en boca de Sabina y viceversa.
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