Por
Javier García Wong - Kit
El escritor Ricardo Sumalavia acaba de
publicar Mientras huya el cuerpo, una
novela etiquetada como “neopolicial”, fruto de una imagen que lo persiguió
durante años, de las digresiones de los recuerdos y palabras encendidas como
antorchas a lo largo del camino de su escritura. Esta entrevista, que no ocurre
en Lima ni en Burdeos (aunque las preguntas salieron de la primera ciudad y las
respuestas de la segunda) se dio en el ciberespacio, en donde las palabras no tienen
sonido y el imperio de las imágenes sólo deja la enigmática portada de su
libro, un homenaje a la Venus del espejo,
de Velázquez, y un preludio a las historias que encierra la segunda parte de la
Trilogía de la levedad, que escribe
el autor peruano.
Mario
Bellatin decía en una entrevista que “la literatura peruana sigue siendo
conservadora”. Inmediatamente pienso en los últimos libros de Alfredo Bryce y Mario
Vargas Llosa.
Yo estoy de acuerdo con la afirmación de Mario
Bellatin, si es que estamos hablando solo de la narrativa. Gracias a que la
biblioteca de la Universidad de Burdeos está muy bien actualizada con la
literatura latinoamericana, puedo estar bastante al día de lo que se escribe en
todos estos países. Sin embargo, la narrativa peruana no es la que precisamente
llama mi atención. Por supuesto, hablo del conjunto, no de individualidades.
¿Por
qué hay tan pocas propuestas literarias arriesgadas incluso entre los
narradores jóvenes?
En realidad, esto no tendría que
sorprendernos. Siempre ha sido así. Si vemos un poco en la historia, mientras
en el resto de América Latina de finales de siglo se escribían, cuentos y
novelas notables, en el Perú apenas si tenemos autores interesantes (que los
hay). Si hablamos de vanguardia narrativa, salvo La Casa de Cartón, de Martín Adán, no hay nada digno de llamar
vanguardista. Me imagino que habrá profesores y críticos que defenderán a sus
escritores de segunda fila, pero eso es otra cosa. Nuestra tradición en la
narrativa es muy frágil, pero eso no quita que haya autores que hayan logrado
libros incluso más allá de su propia tradición. El mismo Bellatin es uno de
ellos.
¿Hay
escritores peruanos jóvenes que encuentres interesantes?
Sin duda. Pero creo que todavía es muy pronto
para hacer balances. No se trata de una carrera de caballos ni de imponer
relevos. El proceso creativo de un prosista toma mucho más tiempo a la de otro
creador. Por ejemplo, estamos viendo recién libros maduros de Daniel Alarcón,
Diego Trelles Paz, Carlos Yushimito y otros. Si llegó el momento de que nuestra
tradición se vuelva más sólida, tanto mejor. Lo que me interesa, insisto, más
allá de las edades, es la lectura de libros que me muestren que su escritura
misma está en estado de crisis, libros que reinventan sus formas porque saben o
intuyen que la palabra siempre es insuficiente.
En tu
caso, ¿cómo nació la idea de escribir un “neopolicial”?
En realidad, lo del término “neopolicial” vino
ya en el proceso editorial. No lo tuve, ni me interesaba tenerlo, como precepto
de todo el libro. Lo que tuve primero fue un cuento que yo asumí al principio como
policial. Lo digo así porque luego acepté que no puedo entrar a ningún género
de una manera ingenua. Siempre termino por quebrar todas las reglas que tenía
al principio como premisa.
¿Cómo
decides qué forma debe tener un libro como Mientras
huya el cuerpo que bien pudo ser un diario, un thriller o una novela
histórica?
La estructura vino como una consecuencia
natural, dada las formas de mis otros libros. Ya tenía la idea de escribir una
trilogía que empezara con Que la tierra
te sea leve. Quería entrar a ese universo de la levedad, de la identidad
difuminada, desde otras aristas. De allí que esta vez utilizara esta
estructura, que me involucrara de otra manera con el texto.
Entonces,
¿cuál es tu relación con los géneros literarios?
Ninguno de mis libros corresponde a un género
específico. Los hemos llamado cuentos, microcuentos, como novelas, porque
siempre tenemos necesidades de identificar todo. Creo que esto limita más que enriquecer la
lectura. Claro que uno parte de ciertas reglas, como asumimos nombres o roles,
pero luego les vamos dando forma propia, distinta, que puede ser todos los
géneros, como ninguno. El “neopolicial”, entendido como un texto que toma
elementos del policial clásico o de la novela negra para transgredirlos e ir
más allá, podría tener mucho futuro. Hace unos años nadie hubiera pensado que
el cuento fantástico iba a tomar tanta fuerza como la tiene ahora.
¿Cómo
fueron llegando a ti historias como la de Mary Richardson?
Cuando empiezo a escribir un libro, suelo
tener imágenes claves. En este caso fueron las cuchilladas que le dio un hombre
a su esposa en plena calle. Esta imagen me persiguió por todas partes. Veía
navajas y acuchillados en todo. Fue así que llegué al alguna vez acuchillado
Samuel Beckett, o a la Venus del cuadro de Velázquez que fue atacada por Mary
Richardson, o las aventuras de rufianes parisinos de comienzos del siglo XX,
alrededor de una joven y atractiva prostituta conocida como la Casque d’Or.
Claro, una vez recuperado el dato, iba a todas las fuentes posibles. Y así
encontraba otras cosas más.
¿Cuál
fue el proceso de escritura de Mientras
huya el cuerpo?
En el caso de este libro, fue a mano, en un
cuaderno escolar. Lo escribí en una de las salas de una biblioteca de barrio en
Burdeos, por las tardes. Nada de música, nada de internet. Luego compraba el
pan y volvía a casa. Una vez terminado, fue mi esposa quien pasó todo en
limpio. Casi siempre ha sido así. Después puedo pasar a las diferentes
versiones y revisiones.
¿Cómo
decides qué dejar fuera de un libro tan fragmentario como este, tan lleno de
anécdotas personales y de distintas historias?
Este es un libro que parte de cierta idea de
disgregación, de fragmentarse y, por qué no decirlo, de irse por las ramas.
Pero esto es solo una ilusión. Lo que pretendo es que el lector termine por
darle a todo el conjunto cierta unidad mayor que sobrepase al texto mismo. En ese
sentido, cada fragmento tiene su razón de ser y estar en esta novela. Y,
obviamente, me detengo al tener la impresión de estar tensando demasiado la
cuerda, cuando me alejo demasiado del ritmo interno que estoy tratando de dar.
Hay
algo o mucho de psicoanálisis en la novela. Además de los años del terrorismo,
la muerte y los recuerdos de infancia, ¿qué otros temas o historias te
interesan?
No es una novela que se valga del
psicoanálisis como mecanismo de escritura. Digamos que de algún modo es
proustiana. Solo que en lugar de magdalenas cuyo aroma despierta la memoria, en
mi caso son las imágenes, las propias palabras las que activan el recuerdo de
otras, pero solo con el fin de darle un nuevo sentido a la imagen primera. Y es
en ese ir y venir que tuve que pasar por lo vivido en determinados momentos de
mi vida que van desde los setenta hasta la actualidad. Y a través de los
recuerdos de los libros leídos el espectro se amplía incluso más. Planteado
así, para mí fue mucho más factible desarrollar también los otros temas que
persiguen, como la ciudad de Lima, la fragmentación de la identidad y cómo ésta
se reconstruye en la palabra. Y habrá más temas, espero; de aquéllos de los
cuales uno nunca llega a tener clara conciencia.
Hace
poco comentabas que no te parecía justo que se diga que un escritor no puede
escribir de un lugar que no conoce (estoy parafraseando) ¿Hasta dónde puede ir
la imaginación sin apoyo de la información?
Me he dado cuenta de que con cada libro me
interesa menos la historia, el argumento. Es decir, va a estar de todos modos,
pero no es lo que motiva mi escritura. Las historias solo se vuelven pretextos,
una cáscara, y la importancia que vayan a cobrar, si es que la cobran, es
porque el propio acto de la palabra escrita les da significación. Es por eso
que podríamos escribir sobre cualquier hecho que parta de la realidad o no. Pero
es ingenuo pretender abarcarlo todo. Más vale hurgar dentro de nuestros propios
costales. Y la investigación, pues es para que ese pretexto llamado historia
asuma el rostro que le quieras dar. Yo no investigo para encontrar la verdad de
mi historia.
Cambiando
de tema, ¿en qué afecta la vida o carrera de un escritor con una agencia
literaria como Schavelzon?
La tarea de un agente es encontrarte una
editorial –en tu lengua y en otras-, y luego facilitar y mejorar las
condiciones en los contratos de tus libros. Y aquí no hay reglas fijas. Lo
primero que puede cambiar en tu vida es que sea el agente quien reciba los
portazos de las editoriales y no tú. Y eso se agradece. Claro que también es
gratificante cuando te escribe o te llama por teléfono para decirte que hay una
propuesta interesante de publicación. Pero aparte de todo esto, no hay un
cambio sustancial en tu vida. Sigues con tus trabajos, la vida de siempre.
Claro, todo esto lo haces con más tranquilidad porque sabes que hay alguien que
apenas reciba tu manuscrito se va a poner a trabajar en ello. Y tú puedes
continuar con lo mejor que sabes hacer, que es escribir, y no negociar.
Es verdad también que hay agencias de
diferente nivel, con mercados diferentes. En mi caso, yo me siento muy
agradecido con el trabajo de cada uno de los integrantes de la agencia
Schavelzon. Y llegué a ellos casi por casualidad. Yo había llegado a un trato
con una agencia literaria muy pequeña de Madrid, que recién comenzaba, y a los
dos días me llama este agente para decirme que ellos acababan de asociarse con
una agencia más grande, con sede en Barcelona, y que iban a ser ellos los que
en adelante se ocuparían de los escritores latinoamericanos. Un par de horas
después quien me llama por teléfono es Guillermo Schavelzon para darme la
bienvenida a su agencia. Así empezó todo.
Hace
unos meses vino a Lima un escritor peruano quien publicó en una editorial
española importante. Él comentaba que nadie lo conoce en Perú, lo que le daba
un poco de pena. ¿Cómo afecta la popularidad a un escritor o el hecho de tener
lectores y recibir críticas buenas y malas?
Lo que me cuentas de ese escritor peruano es
una prueba de que lo que pasa en España: a nivel editorial ya no es garantía de
nada. Los tiempos son otros. Ahora las redes sociales e internet, sin importar
dónde hayas publicado, te pueden proporcionar más lectores que como se hacía
con los canales tradicionales. Pero hay que precisar que popularidad, lectores
y crítica ya no van necesariamente de la mano. Y los grados de afectación son
muy diversos. Más de uno se ha pegado un tiro ante la indeferencia.
¿Qué
haces después de terminar una novela que te ha tomado tantos años escribir?
Desde la publicación de mi segundo libro, Retratos familiares, siempre he tenido
la primera versión de otro manuscrito a la mano. De ese modo no paso por
periodos de angustia. Luego viene el proceso de revisión y reescritura de ese
otro libro. Y cuando lo dejo reposar, empiezo a tomar notas para el siguiente.
Por ejemplo, ahora que acabo de publicar Mientras
huya el cuerpo, ya tengo el manuscrito de mi siguiente libro de
microficciones, que se llamará Enciclopedia
plástica.
¿Cómo
acabará la trilogía de Que la Tierra te
sea leve y Mientras huya el cuerpo?
Sobre la Trilogía
de la levedad, por lo pronto tengo notas, título y vaga idea de adónde
quiero ir. Para su escritura me orienta una frase de Paul Valéry: “Es necesario ser leve como el pájaro y no como la pluma”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario