Por Raúl Ortiz - Mory
Muhammad Ali es, sin duda, el mejor boxeador de todos los
tiempos. Fue un fuera de serie, un vanguardista en técnica y en táctica. El
hombre que creció en Louisville y que estudió en la Universidad de Vanderbilt,
instauró una nueva manera de pelear en la máxima categoría del pugilato:
armonizó la masa con la velocidad. Pero no solo sus puños fueron su seña. Su
lengua, muchas veces, iba más rápido que los jabs que propinaba. Las
declaraciones controvertidas que daba en los medios le granjearon enemigos gratuitos
y lo distinguieron como un símbolo de su tiempo. David Remnick, ganador de un
Pulitzer y director de The New Yorker, escribió Rey de mundo un exhaustivo perfil de Ali desde la óptica de lo que
representó el boxeador en un contexto convulsionado: la década de los sesentas.
John Lennon, Bob Dylan, Martin Luther King, Elvis Presley o
JFK son símbolos del imaginario colectivo de la segunda década del siglo XX. A
esa misma altura está Muhammad Ali. Contrariamente a lo que se puede pensar por
tratarse de una figura deportiva, Ali rebasó el ring y aglutinó planos ajenos
al desarrollo de su personaje en los medios. Llegó a ser activista de la nación
musulmán orientando grandes sumas de dinero a su causa, hizo caso omiso al
llamado para enrolarse como marine en
Vietman, se puso por encima de las apuestas mafiosas que mandaban en el boxeo.
A través de su libro, Remnick cincela la figura del boxeador
desde una mirada comparativa con dos de sus adversarios más feroces: Sonny
Liston y Floyd Patterson. El autor argumenta que si Liston era el “Negro Malo”
– expresidiario de modales toscos que solo podía sentirse cómodo en el
cuadrilátero porque la sociedad lo señalaba como una bestia que para destacar,
y ganarse algo de respeto, debía golpear sin cesar –, y Patterson era el “Negro
Bueno” – fervoroso creyente cristiano que abogaba por los derechos civiles,
distinguido por ser un hombre educado y tratable – Ali fue el hombre que, a
pesar del entorno racista, no se amilanaba ante nada y estaba en las antípodas
del estereotipo del boxeador común. No podía ser señalado como el típico
luchador que buscó en el deporte una tabla de salvación ante la miseria que
gobernaba en el ámbito de los aspirantes afroamericanos a púgiles. Ali provenía
de una familia de clase media que vivió en un suburbio con cerco blanco de
madera. Fue criado con una educación en la que no estaba acostumbrado a ser
mirado por encima del hombro. Luego, creyó que su carrera no se la debía a
nadie.
Ali fue un rebelde, un contestatario, al punto de perder el
cinturón de campeón mundial por no querer integrar las fuerzas amadas
americanas durante la invasión a Vietman. Creía en sus convicciones sociales y
religiosas sin dudar; al extremo, llegando a ser un “bocazas”. Remnick sostiene
y construye la personalidad de Ali desde las entrevistas que le hace y las
declaraciones que obtiene de gente allegada a él. De saque, el periodista
ofrece una gran escena donde narra el ambiente del combate del 25 de febrero de
1964: Sonny Liston defendía su título de los pesos pesados ante un joven
Cassius Clay de 22 años. Cuando todo hace pensar que la escena ha sido vivida
por el autor – algo imposible por su edad – una frase de Ali nos revela que
ambos están frente a un televisor observando la pelea. El ejercicio descriptivo
de Remnick tiene un realismo que atrapa y que causa emoción durante todas las
páginas de su libro. Otro punto fuerte de su obra es la cantidad de datos que
moldean el entorno de Ali. A partir de estos es que entendemos a una nación y a
sus ciudadanos, y la connotación que dan estos a la derrota y la victoria.
Rey del mundo no
solo es un clásico del periodismo deportivo. Sería mezquino decir eso. Es un
gran texto, híbrido, que encaja en el periodismo narrativo y de investigación –
sin los rótulos acostumbrados a poner en las redacciones y en las facultades de
periodismo –. Si bien Remnick empezó su carrera haciendo deportes para el
Washington Post – también fue corresponsal en Moscú y, recientemente, ha
publicado El puente, un trabajo
sobre Barack Obama – su alcance periodístico ha abarcado diversos temas y
secciones, con solvencia y éxito. Rey
del mundo es ALTAMENTE RECOMENDABLE.
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