Por Raúl Ortiz – Mory
Richard Brooks fue un idealista. Un romántico que junto a otros realizadores engendró ‘la generación de la violencia’, allá por los años 50. Una de sus películas más conocidas, el western ‘Los Profesionales’, da cuenta de ello. Toda su vena quijotesca la pone al servicio de cuatro hombres que ofrecen dos caras indivisibles: una, dura y consecuente con el escenario que recrea el filme – la frontera mexicano americana, posterior a la revolución de Pancho Villa – y otra, dolorida, propio de los hombres que llevan la pérdida como una lanza clavada.
Los cuatro hombres tienen habilidades
diversas (manejo de armas de fuego, preparación de ataques con dinamita, domesticación
y cuidado de caballos, y puntería excelsa con el arco y la flecha) y son
contratados por un hombre rico (Ralp Bellamy) para que rescaten a su esposa
(Claudia Cardinale) de las garras de un sanguinario delincuente (Jack Palance).
La casualidad hace que los hombres vayan a la caza de quien fuera un compañero
suyo en tiempos de la Revolución Mexicana.
Ellos no pueden creer que Raza (Palance) haya pasado de insurrecto a
secuestrador. Esto sirve para que Brooks plantee la realización de los sueños
que el ser humano desea alcanzar y el desencanto que su interrupción acarrea. El
director expone al desengaño como una coraza para afrontar el mundo áspero de
las armas al cinto.
El camino, a través del
desierto, hacia la fortaleza mexicana de Raza y el regreso a territorio americano,
es una excusa para que Brooks se despache a sus anchas con diálogos antológicos
donde los personajes de Marvin, Lancaster y Palance cuestionan y debaten sobre
el amor, los ideales libertarios, la muerte, el porvenir y la traición. Pero,
sobre todo, a lo largo de toda la película, el director tiene en cuenta el valor
y el sentido que encierra empeñar la palabra, y la garantía que esta representa
entre los hombres. La palabra lo es todo, es la traducción del honor en tiempos
de bandidos y bribones. Un principio que sigue a rajatabla.
El rescate de la mujer, tras
una espectacular operación de explosiones, supone una sorpresa para los
contratados: ella no había sido secuestrada, se fue con el exrevolucionario
porque lo amaba y el millonario dolido mandó traerla a la fuerza. La insistente
persecución de Raza a los profesionales por recobrar a la mujer y el diálogo, a
fuego cruzado, que mantiene con el personaje de Lancaster, hacen que este
último no lo mate y lo entregue a su contratante. La escena final supone un
canto a los principios de este western crepuscular: al sentirse timados, por
las motivaciones reales del esposo despechado, y minimizados al momento del
pago, los profesionales dejan ir a Raza y a la mujer, cuando minutos antes los
entregaron al millonario. Esta parábola del juzgamiento a la mentira y la
celebración del amor prohibido son puntos fuertes en la historia de Brooks, que
exhibe una fotografía y un guión impecables. Quizá el único reproche al
realizador americano es el poco desarrollo del personaje de Ryan.
‘Los Profesionales’ es una
historia de amor que se deja llevar por la resaca de la Revolución Mexicana.
Una película de planos abiertos que lucen por el trabajo de fotografía. Los movimientos
de cámara están en cadencia con las situaciones, milimétricamente equiparado. Escenas
de acción con múltiples cámaras y de amor con planos cerrados conforman un
discurso armonioso y decidido, fuerte. La motivación de Brooks no se limita a brindar
un filme de pistoleros mercenarios. El director que nació en Filadelfia regala un
triángulo amoroso idealizado que traspasa las formas del género.
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